A muchos asombrará, sin duda, la amistad que llegué a contraer con don Alejandro Lerroux, jefe del partido republicano radical, ministro y jefe del Gobierno durante la República... Entendámonos: él era republicano de toda la vida y yo monárquico, pero los dos éramos liberales, el partido más exiguo de España. No me refiero al liberalismo doctrinal, que muchos confunden con la Democracia, ni a los sistemas de gobierno llamados liberales, sino a lo que yo estimo fundamental para considerar liberal a un hombre: su profundo respeto a las ideas ajenas. En este sentido, yo no he conocido a ningún político, de izquierdas ni de derechas, monárquico o republicano, más liberal que don Alejandro Lerroux. En España es, por desgracia, muy corriente el menosprecio, el desdén y hasta el odio hacia los que no piensan lo mismo que el sujeto, y ésta es la causa primera de la falta de convivencia que echamos de menos entre los españoles; causa que lamentan muchas veces los propios culpables, porque todos querrían que los demás pensaran como ellos. Aquel versito de la famosa zarzuela:
El pensamiento libre
proclamo en alta voz
y muera el que no piense
igual que pienso yo,
puede achacarse a la mayoría de los españoles de los dos bandos.
Juan Ignacio Luca de Tena Mis amigos muertos