Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Primero fue que Rivera, de Ciudadanos, dejaba a su novia, y ahora es que Tamara, hija de Isabel Preysler, parece enamorada de ese jefe liberal.
Con C’s, nuestro liberalismo deja de ser empírico y británico para hacerse alemán y trascendental: el desarrollo de un espíritu único a través de una serie de etapas necesarias, cada cual más elevada que la anterior. Llegamos al tatami liberal de Puerta de Hierro.
–¿Qué decir sobre el liberalismo en el amor? –pregunta Santayana–. Si hay una criatura ingenua entre los dioses inmortales, ésa es Eros: cuanto más libre e inocente sea el amor, más revoloteará y más alto subirá.
Las dos alegrías postreras de Trevijano, creador en el 74 de la Junta Democrática, fueron el toro que le brindó Morante en Las Ventas y la cena liberal que Preysler le ofreció en Puerta de Hierro, con velas a lo Kubrick (uno de los presentes le iluminaba el plato con el móvil), mientras pasaban páginas de la Revolución francesa hasta que Tamara, perdida, detuvo la escena para decir al invitado que se saltaba las fechas.
–Señorita, salto sobre las fechas porque este señor (y señalaba al Nobel Vargas) salta sobre los hechos.
Y entonces Preysler salvó elegantemente la cena (¡y el liberalismo!) con un beso de supremo afecto en la mejilla del viejo demoleón cuya única afición final fue la fisiognomía de lo nuevo: Iglesias, “que aplaude como un bebé en la cuna al ver a su madre”; Tania, “que se pone la bufanda como un pobre (los pobres no tenían abrigo)”; Rivera, “que es naíf”…
Rivera, en efecto, está contra la Nación (lo suyo es el Estado, como en Gentile), y en cuestión de fe, frente a la religiosidad de Tamara, que aportaría al centrismo la clase que le falta, él se dice… agnóstico, ¡como Huxley!, que inventó el término para no decirse ateo (“¿Que qué es un agnóstico? Lo contrario de un gnóstico”).
Si Cabarrús, una dama de Carabanchel, acabó con el robespierrismo, ¿por qué Tamara, dama de Puerta de Hierro, no podría acabar con el sanchismo?