Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Una casa de apuestas serbia ha encerrado en un ascensor, para un anuncio, a Ronaldinho, famoso por su saldo bancario de seis euros, y a Angjelka Tomasevic, una “top model” digna de un emperador, y el resultado ha sido el redescubrimiento de la seducción, un fogonazo de magnesio en las tinieblas culturales que conspiran contra el milagro, el misterio y la autoridad.
–Las mujeres vamos a acojonar de tal manera a los hombres que no va a haber forma de ligar –avisa Carmen Maura, la actriz que españolizó con un zancarrón jamonero el boomerang primigenio de Kubrick en “2001”.
Aquí la última vez que se estudió la seducción fue en el 92 con Charo Pascual, que escribió un “Sedúceme otra vez” que parece el “Examen de ingenios” de Juan de Dios Huarte, por lo que el Santo Oficio mediático encerraría hoy a los dos.
Charo Pascual fue Mujer del Tiempo y tenía enamorados a Juan Cueto (como a todos los demás) por su forma de explicar las isobaras con las manos a la espalda. A mí me pasó con las manos de Charo Pascual lo que al Caballero Audaz con las orejas de Cleo de Merode. ¿Y si no tenía manos? Le pedí una entrevista, y la condición que me puso fue que ella se situaría a mi espalda.
Un día Carretero preguntó a Cleo si su peinado, que impuso como una moda mundial, era una forma de cubrir su falta de orejas, y ella, “con un ademán enérgico, se alza las dos masas de cabellos de endrinas y me muestra sus orejas: dos conchas diminutas, blanquísimas, como cinceladas prodigiosamente en nácar vivo…”
Otro día Charo Pascual, que era física teórica, marchó a Londres no de camarera, como los licenciados de hoy, sino de monja, marcándose así un Mondeño que nos dejó ojipláticos. Menos ostras y más gachas, fue su consigna mística, pero ya no estaba el cotilla de los místicos, Sainz Rodríguez, para explicárnoslo.
–La cultura inglesa es la más sensata y en Londres no me conoce nadie.
Si se sabe leer en los posos del té, Charo Pascual fue el primer anunció del bendito Brexit.