Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Decir lo contrario de lo que se piensa (o peor, de lo que se sabe) con intención de engañar, era en el Ripalda mentir. Y no hacen otra cosa los medios.
La penúltima patraña mediática, que hubiera avergonzado a Willi Münzenberg, es la de unos escolares católicos de Kentucky burlándose en el Lincoln Memorial de un activista indio después de una Marcha por la Vida en Washington, cuando la realidad era exactamente al revés.
–Si miras “Tiburón” marcha atrás, resulta que es una película en que un tiburón vomita gente hasta que abren una playa.
La justificación de la salvajada es que “algunos chicos llevaban gorras de Trump”, y ya se sabe que la misión de los filántropos de los media (Bezos, Slim, Soros…) consiste en “salvar la democracia”, pues a Trump lo hicieron presidente los “hackers” de Putin. Como “salvar la democracia” es, al parecer, la misión de algunos jerarcas de la iglesia, que, en franco repliegue mundial, se apresuraron a condenar las acciones de sus estudiantes (¡que no habían existido!), “y extendemos nuestras más sinceras disculpas al señor Phillips” (¡el activista agresor!).
Con estos periodistas y estos obispos abrazados a la mentira como arma revolucionaria, ¿qué necesidad hay de “hackers” de Putin?
Bertrand Russell no era un meapilas, y prefería ver el mundo convertido al cristianismo que al marxismo (“el credo marxista me parece más repelente que cualquier otro que haya sido adoptado por las naciones civilizadas, con excepción, quizá, de los aztecas”). Pero este “patrañeo” va más allá: se llama socialdemocracia, y no abreva en Marx (demasiada lectura), sino en Rousseau, cuyo “Contrato social” (libro IV, capítulo VIII) establece como ideal del jacobinismo la imposición por el Estado de un credo laico: una profesión de fe civil, de la que corresponde al Soberano, que son los medios, fijar las patrañas, no como dogmas de religión, sino como sentimientos de sociabilidad, sin los cuales es imposible ser buen ciudadano. Ni súbdito fiel.