jueves, 3 de enero de 2019

El gallo de la veleta


Los zapatos chúpamelapunta de Rivera


Hughes
Abc

El ascenso político de Ciudadanos es también el de un tipo político y humano entrañable. Son muy conocidos los zigzag de algunas de sus figuras y la cambiante posición del partido, nada acomplejada. Rivera, por ejemplo, fue antieuropeísta cuando le convino, pero eso no impide que sus fans lleven ahora la bandera de Bruselas como si dependiera de ellos la supervivencia de la música sinfónica, el parlamentarismo, Viena y el Renacimiento.

Este rasgo debería aceptarse tal y como es, pues la función de Ciudadanos es ésa: girar lo que sea necesario.

El problema de estos cambios en Ciudadanos en realidad no lo tienen los demás, lo tienen los que son de Ciudadanos. Sus intelectuales, partidarios y divulgadores principalmente. Se ha visto con la polémica actual sobre la LIVG andaluza. Cs, de repente, asume esta ley como lo haría el PSOE y esto pilla a muchos, que eran razonablemente contrarios a la misma, con el pie cambiado. Así que han de seguir sosteniendo el cordón a Vox, y salvar la LIVG y a la vez criticarla. Toca la pirueta. Y es aquí donde llega la novedad, aunque sea una novedad relativa. Cada giro de la veleta de Ciudadanos obliga a un juego de piruetas consecutivas en sus teóricos, defensores y divulgadores. Y mientras el político de Cs es alegremente cambiante, es entrañablemente pillo, un poco la picaresca de ahora, sus intelectuales son poco castizos, más bien anticastizos: son como afrancesados voluntariosos (sobre la veleta de Ciudadanos hay un gallo francés, ¡un gallo macroní!).

Así que es un centrismo de dos: una base castiza, españolona, giratoria (Villegas, por ejemplo, potencial ídolo salido de una de Pajares) y luego un intelectualismo optimista y acompasado que reedita el consenso con incrustaciones macronas.

Conocíamos el argumentario clásico de los socialistas y de los populares o peperos, sus tics, sus mediocridades y corrupciones, sus viejas maneras que eran las de todos nosotros. Pero ahora aparece la pirueta centrista. El neosuarismo, pero un neosuarismo técnico (la transición fue el sorayismo) y siempre (siempre) antipopulista. Son como viejos enciclopedistas en el ultimo minuto de una película de apocalipsis, salvando el logos antes de la definitiva derrota a manos de los trumpianos y de los podemitas, de lo rusos, de los brasileños, de los de Visegrado, de los italianos, de los brexiters, de los yanquis, de los chinos (bueno, de los chinos menos)… ¡es un excepcionalismo hispano que no saca peco! Macron y ellos, la sucursal hispana de Macron, sostienen al mundo del desastre definitivo. ¿Desde cuándo España no había sido sostén del mundo?

Y es aquí donde entra su novedad. Porque el lenguaje de los centristas profesionales no es la patria ni el pobre, como la vieja derecha o la vieja izquierda. No, ellos renuevan el argumentario y hablan desde la moderación, la razón (una razón geométrica) y según toque desde el liberalismo, el progresismo o el conservadurismo, etiquetas que manejan como los colores el camaleón. Como todo lo demás es populismo, lo que queda se lo pueden asignar en función del viento que sople. Y escuchan el viento como un viejo marino. Del 155 al Autonomismo en el mismo día, de la denuncia del exceso feminista a la LIVG. Lo que sea. El espectro es amplio. Cambia y se encaraman al palo mayor más rápido que en Master and Commander. Los días impares somos conservadores disciplinando al progre; los días pares somos liberales domesticando al reaccionario. ¡Domadores travestis!

Ahora hay que seguir manteniendo un cordón alrededor de Vox, pero salvando la antigua posición sobre la LIVG. ¿Qué hacer? Una mezcla de consenso, moderantismo, tecnicismo, desapasionamiento, información, matización y letra pequeña. Como por la izquierda no vamos a ganar, ni vamos a ganar por la derecha, ¡ganemos por técnicos! ¡ganemos por razonables! Ah, “complejo debate”, “las cosas no son tan fáciles”, “hay que salvar lo bueno, purgar lo malo”… “En asuntos así debería buscarse el consenso, ciertamente”. Y con el consenso se salvan siempre. Es como cuando se hace un corrillo de gente en la playa para que uno se pueda poner los calzoncillos sin ser visto.

-¡A mí el consenso!

Y así el socorrido no se queda en bragas. Esto hay que saber gritarlo y luego tiene que acudir alguien. Lo que para otro sería un renuncio o una pirueta, para ellos es un nuevo esfuerzo de entendimiento del otro, de renuncia a los maximalismos, de ejercicio de moderantismo, un acertado ejemplo de ponderación… Ciudadanos trae consigo cosas buenas y malas y cosas que simplemente son, entre ellas esta nueva forma de ver la vida que supongo que es más vieja que la tos y que rodea de herrerosdemiñones y de monsergas vagamente tecnocráticas el neosuarismo físico y recién lavado de Rivera, su veletismo pimpolludo, vivales y amnésico (los de Ciudadanos, salvo quizás Girauta, hablan como si salieran de un shock traumático que les hubiera producido realmente un fallo de memoria dejándoles sólo la muy reciente).

En ese, digamos, “ciudadanismo” no hay una hibris ideológica, una furia momentánea por los principios. No, realmente no. Eso sería la antesala del fascismo y ellos ya vienen pactados de casa.