Si las mujeres no tuviesen piernas, los sueños de los hombres dejarían de andar
Jorge Berlanga
[Publicado en enero de 2015]
Hughes
Abc
López Vázquez y Ciges la raptaban en «La Escopeta Nacional». Simbólico rapto: ella era masoquista; ellos, onanistas. Rubia europeizada y objeto sáfico de la retorcida Transición, después domó elefantes. Su viaje a Las Vegas con Ángel Cristo merece película.
— ¿Tiene negro para su memorias?
—Necesito una tribu, más que un negro. Pero con lanza y todo. El día de la Constitución me pusieron una calle en Totana. No fue nadie de la prensa porque sólo interesa lo desagradable y si echo un polvo o no con un señor.
—¿Fue un encuentro con su infancia?
—Yo era un trasto. La abuela de Chendo tenía un terrenito con una balsica. Yo me quitaba el uniforme, me quedaba en bragas y a nadar en medio metro lleno de bichos. Con nueve años eso ya era un escándalo. «La Chenda» me decía: «Ya verás como suba tu madre».
—Usted fue la sueca de aquí.
—Estaban Agata Lys y Nadiuska, de mucho pecho y caderas. Yo era estilizada. De hecho, a mí me ha gustado siempre ir con pantalón y tenía que ir a boutiques de hombres porque los de mujeres me quedaban pesqueros. He sido un poco ambigua. Pelito corto, poco pecho, piernas largas. Berlanga estaba loco porque las enseñara.
—¿De ahí viene la moda de hacer de lesbiana?
—No fui la que inicié el destape, pero no reniego. Me pareció interesante revindicar el lesbianismo. En los estrenos el vestíbulo estaba lleno de mujeres arrodilladas, besándome las manos, dándome las gracias y llorando, que parecía yo el Papa en vez de Bárbara Rey. Ya desde entonces el colectivo es mío. Una mujer como yo es difícil que tenga amigos que no sean gais porque con los otros siempre hay una mano suelta.
—¿Es tocón el español?
—Sí, mucho. Hay algunos que son amigos y te invitan a cenar y cuando entramos al sitio te ponen la mano por la cintura o te cogen del brazo. ¿Pero por qué me toca este tío?
—¿Lo de Chelo fue experimentación?
—Fue cabezonería. En «Carne apaleada» había hecho con Esperanza Roy una secuencia de sexo bastante dura y ya sabía que el roce con una mujer me era bastante desagradable. Claro que si dijera que fue más agradable besar a Fernando Esteso también mentiría.
—Sería tentada por muchas lesbianas.
—Claro, yo era la lesbiana oficial de España. Me pusieron como hoja de perejil y en algún estreno no nos quemaron como a Juana de Arco porque no llevarían mixtos. Pero arremetían contra mí, ni contra la Roy ni contra Rocío Dúrcal. Como si Barbara Rey hubiera hecho un bollo con un ser celestial.
—¿Era la época de Alain Delon?
—No, eso fue antes, en el 74. A mí me gustaba mucho, claro, pero a él le gusté yo más. Venía a verme al Teatro La Fontana. Cada vez que venía a España me llamaba. La cantidad de mensajes que me dejaba en el contestador... Estaba enloquecido conmigo. En París yo vivía en la casa de Alain y nunca quise que me sacaran fotos con él. Salíamos a pasear los perros por el Sena, le acompañaba a probarse ropa en Christian Dior... La que corté fui yo.
—¿Era aburrido?
—Me pasó como con Chelo. Me quedaba extasiada mirando lo guapo que era, pero hay una cosa que se llama piel. Oye, yo tenía química con mi marido y no te cuento con otros feos.
—De Alain Delon a su marido...
—Tenía otras cosas que no tenía Alain Delon. A veces una mano te toca y te estremece.
—Otro francés fue Frank Francés.
—Con él sí había química. Hubo también un mestizo, lo más guapo que he visto. Estaba ya separada. Nos invitaron a Cuba y fuimos a bailar con algunos amigos, todos locos y locas por ligarse al negro. ¿Sidney Poitier? Una porquería. Era mulato e iba vestido de safaris que era para subirse a una palmera. Me sacó a bailar, pero nada más.
— Fue la musa de la UCD.
—Eso decían. Yo ni tenía idea de qué era votar, pero a los que colaboramos con la UCD ni las gracias nos dieron. Bueno, sí, yo recibí un ramo de flores. Cuando Suárez legaliza el PC, TVE se llenó de personas de izquierdas. Fue un pacto. Todos los que habíamos colaborado con la UCD y que trabajábammos por nuestros méritos nos quedamos en la calle. Si ibas a un programa los cámaras no te querían grabar. Ahora soy apolítica, ácrata.
—¿Eran los días con Garrigues Walker?
—Fue la mejor persona que conocí. Ese sí que era un liberal de verdad.
—¿Fue una de las primeras famosas en meterse en un reality?
—A la fuerza ahorcan. En «Pesadilla en la cocina» me sacaban de borracha, pero yo iba con la copa en la mano a todos lados para que no se la bebiese Bienvenida Pérez, que me pedía el tetrabrik de vino baratejo para cocinar. No bebo, soy alérgica a los taninos.
—El juego es su único vicio.
—Pero no soy ludópata, soy jugadora. Los casinos de ahora me quitaron el vicio. Antes aún ganabas alguna vez; el crupier tenía un tacto fantástico y tiraba la bola al sector o barajaba de modo que al cortar podía salirte un buen sabor. Pero ahora son máquinas. Las cartas salen agrupadas y en la ruleta la bola cae donde les da.
—Hizo un anuncio para Hacienda: «Ángel y yo siempre decimos la verdad».
—Quita, no me lo recuerdes. Y encima salgo gorda como una vaca. Ángel y yo llevábamos las cosas bien, para tratarse de un circo.
—Dígame otro feo.
—Rexach era muy feo.
—Se movería poco, decía que correr era de cobardes.
—Conmigo no. Era como una gacela moviéndose por la raya. De cuerpo bien, de cara feico, pero me encantaba. No quería que nos viesen, decía que por el míster, pero era por la novia.
—¿Y la enemistad con la Cantudo?
—Ella no ha sido generosa con nosotras. La obvié siempre hasta que llegó lo de Blanca Villa, cantante extraordinaria a la que demandó y que tuvo que perder su casa. Yo las vi en el estudio grabando. Lo presencié.
—También fue dura con Corinna. Dijo que se había quedado sin pelo.
—Dije que tiene menos pelo que yo y que eso nos pasa a las mujeres con la menopausia. Si no la tiene es que igual es extraterrestre. Pero lo normal es que la tenga, porque nos llega a todas. Como la muerte.
—«A todas nos llegará», dijo Obregón.
—Si lo dice ella, que es bióloga...
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