lunes, 24 de septiembre de 2018

Birlibirloque ganadero en Las Ventas, con la retirada de banderas de España como única novedad


Al trago, pues nadie le hace caso

José Ramón Márquez

La última vez que estuve en Las Ventas fue en la novillada del domingo 1 de julio, festejo número 46 de la temporada, así que hasta el del día de hoy, festejo número 59, me perdí la fritanga nocturna de julio, las de agosto -como siempre- y los dos desafíos ganaderos precedentes, aunque tenía la entrada en el bolsillo, que esto sí que tiene delito. Pelillos a la mar, que hay más días que longanizas. Hoy, recién estrenado el otoño, volvemos al déjà vu del maltrato al espectador tan característico de la parte empresarial de la tauromaquia, que eso sí que es un arte y no esas verónicas aflamencadas y horteras que tanto gustan por ahí. La cosa iba, por tercer domingo consecutivo, de “desafío ganadero” y para hoy tocaban los Palha vs. los Pallarés (que si fueran portugueses serían los Palhares), es decir la ignota cosa de Palha, esa ganadería enciclopédica de quien nadie en su sano juicio puede decir cuál es su tipo, sus hechuras, su conformación zoológica o su morfología, dado que en ella se hallan contenidas todas, y los santacolomeños de Pallarés de los que sí se puede hablar con propiedad. Al final, por un quítame allá esas pajas, que acaso tenga que ver con la segunda acepción del término “pitón” en el diccionario de la Real Academia Española, y sin la más mínima consideración hacia el espectador, se mandó el ganado portugués de vuelta hacia Santarém y se reemplazó por tres del Hoyo de la Gitana, que no querían dejar pasar la ocasión para poder demostrar lo en el hoyo que está el Hoyo.  El pequeño detalle del birlibirloque que perpetró Domb, sin apenas importancia por supuesto, es que el año pasado fue Palha quien obtuvo el premio al mejor toro del ciclo, con aquel Asustado, número 656, mientras que el Hoyo estuvo, como se dijo antes, en su hoyo. La otra coincidencia fue que en esa corrida del año pasado es donde levantó la mano Javier Cortés, diciendo: “¡Aquí estoy, miradme!” y aunque su actuación no fue como para escribir una página del Cossío, ahí dejó patente su cambio a bien y sus ganas.

De Las Ventas, más que las andanadas, que desde abajo no se aprecia que hayan hecho nada de lo que decían respecto a abrir nuevos vomitorios, la única novedad es que han quitado todas las banderas de España salvo la que tapa las canillas de los timbaleros, si bien permanecen puestas dos de la Comunidad de Madrid, que parecen de los Tercios Viejos de Castilla por lo ajadas que están. Más pelillos a la mar. Ahora ya pueden disfrutar a tope los enamorados de los trabajos de la forja y los interesados en conocer los efectos del óxido.

La fórmula de los desafíos, ya se ha dicho más veces, es un invento que no acaba de satisfacer, que lo que gusta es ver seis toros, lo que se dice una corrida de toros, y no estos vaivenes en los que se sustancia una competencia inexistente. Hoy la tarde fue de Pallarés, que echó los tres toros que pusieron en la arenisca de Las Ventas la emoción. Al primero, Regente, número 60, le pegaron una ovación por acudir al caballo de largo, porque ahora se suele aplaudir la carrera y no importa si el bicho se emplea o no, que lo importante es hacer que el animalito trote. Este Regente es de los que no se empleó, pero el animal se llevó al otro mundo el orgullo por los aplausos que cosechó su carrera y su alegre tranco. Su hermano, Menudero, número 68,  también corrió hacia el aleluya y regaló embestidas vibrantes. El más claro en la cosa penquil fue el quinto, tercero de Pallarés, Condenado, número 72, que tomó dos varas en las que recibió su castigo y aún se arrancó con alegría y altivez, aunque tardeando, a una tercera que recibió con el regatón. Serios y bonitos toros de Pallarés los de esta tarde en Madrid, en tipo y con una seriedad elegante, bien puestos, con casta, bien herrados y nada estúpidos. Un notable para don José Benítez Cubero, por los tres galanes que ha mandado a Madrid. De los del Hoyo ya se ha dado un brochazo y aquí va otro para rematar al paso: el primero era una cabra que fue justamente protestada, pues su lugar era un corral cabe una quesería y no una plaza de toros, el segundo añoraba los campos helmánticos  e intentó saltar al callejón por ver de escapar del circo taurómaco y ni fuerzas tuvo para completar su emulación del gran Fosbury, y el tercero, una especie de cigüeño feo y zancudo, cero grados, era como esos clientes de los bares que se tiran media hora en la barra y el camarero ni se da cuenta de que allí hay alguien a quien atender.

Para despachar el III Desafío Ganadero 2018 contrataron a Sánchez Vara, a Javier Cortés y a Thomas Duffau y, por su cuenta, se vino Fernando Robleño, que se sacó una entrada en la Grada desde la que tanto se le jaleó su actuación en el I Desafío.

La presencia de Sánchez Vara es una de esas ruedas del karma que periódicamente se vuelve a sustanciar en forma física haciendo el paseíllo en su eterno deambular. De él hay que resaltar dos cosas: por un lado lo que le respetan los toros y las pocas cogidas que tiene, por otro la eterna reiteración de sus modos y formas, que no le permiten acceder a estadios superiores, pero que le sirven al hombre para agavillar una docena de ajustes con los que ir tirando. La cosa es que en quince años ya le hemos visto unas cuantas veces para comprobar que no hay avance ni progreso en sus modos, que se mantiene en una precavida posición desde la que es bien complicado que mane el toreo caro, pero que consigue que algunos -acaso amigos de los de verdad- le jaleen de manera harto desmedida cuando hace pasar al toro de aquella manera. La cosa es que no vio o no quiso tomar en serio las condiciones del Pallarés: sus muchos años de alternativa le permiten estar confiado ante el toro, pero en sus modos prima más la ventaja que el compromiso y la faena no cobra vuelo, siendo esta una larga sucesión de pases de los que podríamos decir que no se adivina su finalidad. Faena sin plan, diríamos.

Hablábamos antes de Javier Cortés y de su llamada de atención de hace un año por ahora, refrendada de manera más entera en el pasado mayo… pues hoy ná de ná. Yo no sé qué les pasa, que caen en manos de esos taurinos, de unos que nunca llegaron a nada y que les cuentan y les cantan y les arrebatan el alma y ahí tenemos el resultado: una actuación anodina y otro jarro de agua fría para los que íbamos a la Plaza esta tarde con la mente puesta en el joven getafeño, que en esta calurosa tarde otoñal nos dio lo que es incapaz de hurtar, la finura de sus ademanes y la promesa que eso conlleva, y nos hurtó lo que constituye el meollo: la colocación, la distancia, el mando, el remate. La única vez que echó la pata hacia adelante el Pallarés respondió como debía, las condiciones del toro para acudir al cite dándole distancia quedaron patentes durante su lidia, pero Cortés prefirió no transitar esos caminos, optando por una solución encimista poco lucida que le proporcionó  nulo éxito. Ahí nos deja Cortés, harto preocupados por la deriva de sus modos, a la espera de que recapacite y se venga al buen camino.

Thomas Dufau venía de una cornada fuerte. Recibió a su Pallarés a base de verónicas y dio pases aprovechando la embestida de su oponente hasta que este se hartó de que no le diesen la medicina que reclamaba. Se quedó en la cara al matar y el toro le prendió de manera muy fea aunque sin consecuencias. Las buenas gentes le dieron la oreja, para tapar la boca a los que dicen que Madrid es una Plaza dura, pues ya se sabe que aquí “con trompazo y revolcón, oreja al esportón”.


La única bandera en la Plaza

Sin banderas

Paseo

La Vallirana de Domb

Tendido 8

Red hair

Odio al público

La afición

Luna y Metro