martes, 24 de diciembre de 2013

Valencia

Llegada del Madrid a Mestalla
A la vez que disparan la foto gritan "¡hijos de p...!"


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    No iba a Valencia desde los Miura, por San José (la tarde que salió Papa el cardenal que hablaba como Evita), y he encontrado a la ciudad todavía más bonita.

    Sale uno de la hojarasca madrileña, como los sapos, te subes al Ave para ir al fútbol (el Madrid, que no es ningún Miura; si acaso, un Juan Pedro gordo) y te encuentras con la ciudad “de republicanismo y democracia” (archiburguesa, pulcra, amable, oronda, regordeta y feliz) que en 1931 describiera Gecé en su “Trabalenguas sobre España”:

    –La democracia –decía Gecé mirando a Valencia– es, ante todo, urbanidad.
    
Sí, porque la democracia, insistía, es cosa de ciudad, es política de ciudad, de ciudad burguesa y sus órganos (el café, los parlamentos, los ateneos, las Universidades y los periódicos, son cosa de ciudad).
    
Y desearías ser de un sitio así, y hasta beber la horchata de Gecé: chufa que es el desierto, color de jaguar la chufa, de acento almendrado y palestinesco, judaico, próximo oriente, ojos de chino…
    
Un chino, precisamente, se ha hecho con el Valencia. En los toros nos enteramos de lo del Papa argentino y en el fútbol nos enteramos de lo del chino millonario Lim, mientras el Madrid sale al campo “a calentar”, que con Ancelotti consiste en pachanguear ante la mirada más o menos interesante de ocho miembros de la familia de Carletto en lo que la banda de Mestalla ataca el pasodoble “Españeta” en competencia con la megafonía del estadio, que la emprende con el “Je t’aime moi non plus”, de Jane Birkin y Serge Gainsbourg, que viene a sonar como el himno de la prensa.
    
Luego, el desequilibrado duelo entre la trenka (una trenka muy Hughes) de Nico Estévez, por el Valencia, y por el Madrid, el gabán de Carlo Ancelotti, quien al final del partido buscó a Diego López para chocar la mano, lo cual podría ser señal de cualquier cosa.

    –¡Ah, si no hubiese otra cosa en el gran Blasco Ibáñez que su prurito de ser como el Zola de España!

    Qué hermosa ciudad, Valencia.