jueves, 19 de diciembre de 2013

Jim Hall



Hughes
Abc

Ha muerto Jim Hall, el mejor guitarrista de jazz. Creo que esto último es opinión e información. El aficionado obediente a las cronologías llega a él por Jimmy Giuffre y su sonido cool. Esa música callada, algo inquietante, le situó desde el principio en un terreno afilado y reflexivo. Sus dúos posteriores con Rollins o, mucho después, con sonoridades densas como las de Lovano permitían contrastes maravillosos. Jim Hall, al que le regalaron su primera guitarra con diez años (una edad relativamente tardía para un músico), pudo procurarse una educación inhabitual para los músicos de jazz de entonces. Influencia clásica o el magisterio del español Vicente Gómez, por ejemplo. El deseo de ser piel roja lo tuvo tras escuchar a Charlie Christian en el sexteto de Benny Goodman. Tras él, Hall es en sí mismo otra corriente algo alternativa a la de Wes Montgomery para el aficionado a la guitarra. Funda un estilo que llega hasta Bill Frisell, que es como un Hall con sonoridad de caverna, con un eco hermoso y fue maestro directo de músicos como Peter Bernstein. Además de su sonido, personalísimo, único, los solos de Hall tenían la cualidad de la forma. Un raro desapasionamiento profundamente lúcido y una exactitud completa en lo que tocaba. No he encontrado un disco malo suyo, un disco que no me dijese nada. Y sería por su temperamento, por su modelo clásico de amplitud de líneas, por su primera raíz de jazz tranquilo o por el propio instrumento que él contribuyó a jazzificar, pero me ha parecido siempre un músico sin retórica alguna. Una voz perfecta.

Sirvan estas apresuradas y pobrísimas líneas como homenaje. Por mucho menos erigen estatuas.