¡Haber matado miles de toros para acabar de papá de Miguel Bosé!
Hughes
Abc
Si todas las navidades se emitía «¡Qué bello es vivir!», considero un acierto que por Nochebuena TVE quiera someternos anualmente al especial Bosé, que ya podríamos llamar, capramente, «¡Qué Bello es Bosé!».
También es natural que aparezca después de Raphael, pues Bosé es su digno sucesor. Nadie tiene ya ese rollo, ese mundo propio de gestos, su danza torera y kabuki, su amaneramiento juguetón y la pose de estrella por imperativo de sangre, de guapo de cuna.
En Bosé hay siempre seducción y desafío y tras Raphael mueren en él las manos como palomas, el reojo blando y la coquetería de señor.
Este año era el mismo programa del año anterior y sin embargo yo escuché en casa el comentario cuñado y bárbaro:
–Cada año tiene más pluma.
¡Pero si es el mismo, cómo va a tenerla! Ahí vi claro que un vicio español ha sido verle la pluma a Miguel, que no la tiene, como antes se la miraban a Raphael.
–¡Haber matado miles de toros para acabar de papá de Miguel Bosé!
Bosé es elegante y giocondo, misterioso, insoportable, divo y dandy, pijo, papito y absurdo; viscontiniano, impertinente y últimamente un ser irritable, como si le saliera el español atrabiliario que nos arruina el Apolo de ganadería afilado de gestos en Italia. Cansado de haberlo seducido todo, ojalá no se ponga «bimbo» y siga siendo él, cada vez más él, como su más decidido imitador. Que así se llega a Raphael.