viernes, 20 de diciembre de 2013

La loncha España


Hughes

No puedo añadir mucho más a lo ya dicho por Juan Pablo Arenas y Arcadi Espada (hez noventayochista, pura putrefaccion daliniana) sobre el muy repulsivo y muy nauseabundo anuncio de Campofrío. Lo de repulsivo y lo de nauseabundo lo afirmo en términos estrictamente literales. En forma y fondo es un horror que además recuerda y actualiza el horror de haber nacido aquí, rodeado siempre y en todo momento por gente como ésa (¡la buena gente!), por gente que profesa el patriotismo de la lonchita de jamón y “que se abraza y se toca todo el rato”, gente de una sentimentalidad y de una maldad terribles. Abyectas en su estupidez y en su despiadada emotividad y contentas de su imparable embrutecimiento. Lo peor es comprobar que los comicastros, el deambular lamentabilísimo de Chus Lampreave (ojalá un spot en el que apareciera Mr. Scrooge y le cantara las cuarenta), y ese lolailo criminal de fondo, realmente y contra mi voluntad y contra todo mi ser intelectual, orgánico, físico, y biográficamente español, me acaban emocionando aún a mi pesar. Se me termina por formar una congoja, que tengo ya localizada cerca del estómago y que es la congoja contra mi propio ser. La combinación de repulsión y de emoción impuesta pavlovianamente me produjeron una náusea. Náusea que, por otra parte, me debería hacer imposible apreciar las lonchas de jamón y/o salchichón en lo sucesivo. Morir de espanto y retorcerme de dolor ante un blíster de pechuga de pavo. Creo que al final estos anuncios dividirán fisiológicamente a los españoles entre los que repudiarán la loncha de embutido ya para siempre como emblema de la más detestable forma de ser español y los que se tirarán hacia ella como lazarillos famélicos sin picaresca.

La loncha es un elemento esencial para entender al español, un hecho moral y ya hay hasta intelectuales (¡e incluso columnistas!) campofrío. El anuncio apunta a la emocion familiar de la navidad. Esa llorona que nos entra ante los parientes. La envasa al vacío (sin religión, sin mesura y sin España) y la comercializa de un modo fatídico. La rentabilización de una sensiblería abusiva. Lo que viene haciendo lo peor y más granado del país con mucho más que un embutido.