domingo, 7 de julio de 2013

Rock casto

Fotografía de Guadalupe de la Vallina
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David Gistau
Abc

En 1969, mientras The Doors daban un concierto en Miami, su cantante Jim Morrison, con una borrachera que preludiaba su destino en la bañera, hizo algunas alusiones sexuales, entre las cuales hubo un elogio del onanismo. Me temo que interpretado. Inmediatamente, unos policías irrumpieron en el escenario y se lo llevaron en volandas. De ese trance, Morrison salió aún más confirmado como mito fatal, probable causante de la barba de Jabois. Nada mejor que una represión en público puede sucederle a un cantante de rock para acreditarse como rebelde y maldito metido en vida peligrosa. Hay un capítulo de los Soprano en el que Bobby Baccala propone una variante cuando le dice a un rapero que no termina de despuntar que lo que necesita es un tiro en la pierna a la entrada de un concierto. Se lo pega él, por supuesto, después de convenir una tarifa.
Las bandas de rock actuales no lo tienen tan fácil como las de los sesenta para hacerse reprimir delante de grupies enamoradas. Hay un grupo emergente, Vucaque, al que he ido a ver a un par de cuevas como el Honky de las que aún quedan en la arrasada noche contracultural de una ciudad que sólo aspira ya a ser atrezo olímpico. Vucaque tiene un guitarrista excepcional, Ariel, un mozo patilludo, grandote y solemne que recuerda a Rory Gallagher y, gozosamente anacrónico, se ha nutrido de Led Zeppelin y de Hendrix, sólo que sin dinero para andar quemando guitarras. Vucaque acaba de sacar su primer disco, y está peleando por existir. Anoche, iban a dar un concierto gratuito en Getafe. Pero se lo impidió la gazmoñería de piquete moralista a la puerta del "saloon" de la concejala de juventud, Mirene Presas, que los censuró por las evocaciones sexuales del nombre de la banda. Qué les costaba, a los chicos, llamarse Mocedades. Ya puesta a subírsele el arrebol, la concejala al menos podría haberles hecho la publicidad de una irrupción policial en el escenario, aunque los municipales de Getafe no luzcan tan fotogénicos como unos policías de Miami, porque no me veo yo pegándole un tiro en la pierna a Ariel, ni siquiera sugiriéndole que arroje televisores por la ventana.
Qué curioso contraste, el de las dos grandes ciudades del sur periférico de Madrid. En Leganés, le pusieron una calle a AC/DC -que compuso, señora concejala, una canción ambiguamente titulada "The Jack"-, y tienen una plaza de toros consagrada al boxeo y el rock. En Getafe, lo que tienen es una concejala represora cuyo concepto de la osadía rockera es aquel clip paródico de "Amo a Laura" en el que jóvenes bien, de los de jersei anudado al cuello, asumían el compromiso de reservarse hasta el matrimonio. Toda la poesía de Morrison está basada en esa paciente demora.

Madrid, 6 de julio de 2013