IGNACIO SÁNCHEZ MEJÍAS
El porqué me visto otra vez de luces, no lo sabe nadie. Nadie. Aquí estamos dos hombres. Uno va a hablar, y otro a escuchar y a olvidar. ¿Entiendes? Mi ilusión es Joselito; no ha cumplido diecisiete años y tiene dentro el veneno de los toros. Discretamente he querido apartarlo de ese camino por todos los medios. Por todos. Absolutamente por todos. Dejé yo la profesión, se acabó el hablar de toros en mi casa, me hice aficionado al fútbol, presidí un club, llevaba a mi chico a los partidos. Todo en vano. Supe un día que andaba por los tentaderos, que se comentaba lo que hacía en ellos, la ruina, en fin. Le llamé, le exhorté. Dócilmente ofrecía complacerme, y yo no lo veía claro todavía. Llegué a más y le dije: es menester que cese esa chaladura. A los toros no se va más que por dinero, y tú lo tienes. Tu misión es viajar, divertirte, trabajar en negocios, ser útil. Joselito, mirándome a los ojos, replicó: “Yo haré lo que tú quieras ahora y siempre, pero a los toros no se va sólo por dinero, sino por afición.” Y así han pasado los meses, hasta que me enteré que hacía de nuevo visitas a los tentaderos, que hacía escapadas a los cerraos de los toros, la maldita locura. Decidí una prueba. Fue a los niños (los Miura), les pedí un toro para Pino Montano, me lo enviaron, y cuando lo tuve en mi plaza, dije a mi hijo: coge un capote, que vamos tú y yo, sin que se entere nadie, a torear un becerro. Efectivamente, se soltó el toro. Y Joselito le toreó de una manera formidable, hasta que me lo revolcó. Le hice el quite, y levantándose me dijo el chiquillo: “También puedo con estos becerros.” En aquel momento, mientras mi mujer estaba ajena a lo que había pasado en nuestra placita, y a las angustias que por tanto aún le aguardaban, tomé la resolución, diciendo para mi interior: “Si a Pino Montano tiene que llegar un hombre destrozado, que sea yo, como tantas otras veces, pero no el hijo de esa mujer cuya vida conoce el sabor de todas las amarguras del toreo.” Ahora ya lo sabes, y lo olvidarás antes de salir de aquí . Por eso he vuelto a vestirme de luces. Mientras haga esto mi hijo, sabe bien que no puede torear, y en ese tiempo, otra afición, una mujer, cualquier deporte, pueden matar en él el gusanillo de la acción.
EL PORQUÉ DE LA VUELTA A LOS TOROS / EDUARDO PALACIO
LAS TAURINAS DE ABC
EDICIONES LUCA DE TENA, 2006
Ignacio Ruiz Quintano