lunes, 29 de julio de 2013

La mano y el látigo


El rock en Burgos, 1975

Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    La mano de Carletto y el látigo de Mou.
    
Lo nuevo, que no acaba de venir, y lo viejo, que no acaba de irse.

    Es el Madrid en esta pretemporada.

    El sábado le ganó al París del jeque, un “equipo de jugones”, al decir de los comentaristas contemporáneos.

    El jugón en el fútbol es lo que el pescuezo de gallina en la mesa: en el plato parece carne, pero en la boca sólo es otro hueso.

    El París del jeque todavía es un equipo de Carletto: centrocampismo-cancán, levantando la falda para enseñar la pierna, es decir, la sicalipsis del pipero, aunque en París y con jeque, el pipero, en vez de pipas, lo mismo pele trufas.

    Y al París del jeque le ganó el Madrid de Carletto con un gol de Mou, el látigo de Mou, que hizo restallar Benzemá. Porque el Madrid también tiende al centrocampismo-cancán, con sus jugones, tributo al necio tiquitaca que a la misma hora recibía en Alemania el enésimo correctivo, esta vez a manos de Klopp, que es el bueno, aunque Pep no asumió la dimensión metafísica de su derrota, 4-2, porque su porcentaje de posesión fue superior a la del rival, como le ocurriera a Xavi, el dandi de Tarrasa, con el 7-0 del Bayern.

    Sepa, pues, todo pipero que ahora, cuando se habla de “fútbol ofenivo”, se habla de posesión. El Madrid de Carletto tiene afán de posesión, pero si quiere hacer un gol tiene que tirar del viejo látigo de Mou, arrojado por los mulás de la posesión al trastero de un “sex shop”.
    
Mourinho fue una apuesta fallida del Real Madrid –recuerda Valdano, que viene a ser al Madrid lo que el mono de Voltaire es a Voltaire, condenado a llevarlo al hombro durante toda la eternidad en el infierno.

    En la peña de Valdano se pondera la facilidad de Guardiola para transitar por Alemania con un navegador programado en “perfecto alemán”, algo así como “La aguja de marear cultos” de Quevedo, autor, también, de “La culta latiniparla”, o receta para expresarse en culto, como Valdano.
    
Me gustó el gol de Benzemá al París del jeque por la belleza del fogonazo, y porque el fogonazo mismo fue como una salva de honor a Palomino, el Apollinaire del mourinhismo tuitero, @van_Palomaain, muerto en el tren de Santiago.
    
La invasión de la cochambre: a Burgos le ha cambiado la cara; ahora tiene legañas –tituló la prensa local de 1975 para saludar a los cuatro mil visitantes (mi amigo Márquez entre ellos) del “Rock Ciudad de Burgos”, Woodstock mesetario, considerado el primer festival celebrado en España: Hilario Camacho, Alcatraz, Tilburi, John Campbell, The Falcons, Tartesos, Bloque, Eva Rock, Compañía Eléctrica Darma, Gualberto, Burning, Granada, Storm, Eduardo Bort, Orquesta Mirasol, Iceberg y Triana.
    
¿Qué diferencia hay entre aquella gente de orden que sólo veía “cochambre” en el rock y esta gente de orden que sólo ha visto “yihadismo” en el mourinhismo tuitero?

    Cuarenta años después, el dinosaurio sigue ahí.
    En lo que llega Bale, el piperío ensaya el arte de la paciencia de Carletto, que consiste en levantar la ceja como Kathleen Turner y, a la vez, mascar chicle como Joaquín Caparrós.


Bar
PEGADA Y VELOCIDAD
    No era la pegada: era la velocidad. Como los 80 de Tyson. Muchos habrán pegado más fuerte: nadie, sin embargo, ha pegado más rápido. Nadie, tampoco, tan veloz como aquel Madrid de Mourinho: un reflejo suyo ante el PSG nos pasó por la piedra de la nostalgia. Marinetti: “No tenemos inconveniente en declarar que el esplendor del mundo se ha enriquecido con una nueva belleza: la de la velocidad.” ¡Fascismo!”, denunciaron los simples, que no descansan. La feminista Luce Irigary condenó la teoría de la relatividad Einstin por machista, y su colega Sandra Harding vio en los “Principia mathematica” de Newton un manual de violación.


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