Ketty Garat subiendo (o bajando) una escalera
«Yo no soy experta en seguridad ferroviaria, pero soy de Ferrol»
Hughes
Abc
¿Hay alguien más fuerte que la muerte?». Con esta pregunta que parecía un chiste de Chuck Norris, Antonio Carmona elevaba la cuestión a lo metafísico tras una mañana dale que te pego al RTMS y al ASFA, el equivalente Beta/VHS de lo ferroviario. La complejidad técnica de las tertulias crecía a medida que iba quedando claro que la velocidad del maquinista era exagerada («Yo no soy experta en seguridad ferroviaria, pero soy de Ferrol», se justificaba Ketty Garat).
Las personas normales tienen pájaros, pero a los periodistas les «sobrevuelan las preguntas», así que se hicieron todas menos una: ¿Qué hubiera pasado si el maquinista fuera político o Rey? Porque hemos hecho chistes con emails de Urdangarín, con las fotos del Rey cazando elefantes y hemos dado crédito a papeles apócrifos y patibularios, pero ¡ah, el maquinista y su Facebook! ¡Al maquinista ni tocarlo!
Con el maquinista nos hemos puesto estupendos. Y bien está. Porque con una madurez escandinava los tertulianos se han olvidado del posible error humano hacia un más allá técnico de responsabilidades sistémicas que contrastan mucho con el tono urgente habitual.
¿Qué política se puede hacer alrededor del atribulado maquinista?
Ramoncín lo dijo antes que nadie: «Se están descuidando las cosas, no se pintan las rayas».
Los de la ética, que son como las balizas del periodismo (ética siempre con la noticia del otro ) y los del gremio de maquinistas insistían en recordar su condición de herido leve, es decir, de víctima y en que hace falta más inversión. Tanta inversión que no sean necesarios maquinistas. (La obsesión de seguridad absoluta es el tributo que lo presupuestario paga a la socialdemocracia secular).
En las tragedias españolas se instala una corrección argumental que es también una forma de poder. Algo que zumba en el ambiente y que, por ejemplo, llevó a Marlasca a justificarse en uno de los programas matutinos: «Hablar del factor humano parece que te convierte en perseguidor del trabajador».
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