Por muchos recortes que haya, no se puede dejar
una raya sin pintar o una curva sin hacer
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Está visto que la responsabilidad del maquinista de Santiago no encaja en el dibujo político del momento, que siempre ha de apuntar al “recorte mariano”.
Lo ha dicho Ramoncín en TV:
–¡No se pintan las rayas!
Y, ante la estupefacción, la aclaración:
–Por muchos recortes que haya, no se puede dejar una raya sin pintar o una curva sin hacer.
No importa que seamos el país de la OCDE donde más ha crecido el gasto social durante la crisis. Está bien dejárselo en pensiones y hospitales, pero ¿y las rayas?
–Ya está bien de recortes –protestó en su día Gerry Mortier, director del Real–. Dos años de subvenciones a la ópera sólo son un año de sueldo de Ronaldo.
Ramoncín viene de pedir la independencia de Cataluña y se ha traído de Barcelona ese “seny” que se dice catalán, pero que en realidad es escocés (la filosofía del sentido común), un arte de meter la palabra en una palabra al modo del peine en el pelo, que decía D’Ors, transformando así la gritadora tertulia hispánica, que es pelambrera alborotada, en diálogo.
Ramoncín pide rayas para España como las pedía Camba para la Constitución (en vez de artículos, rayas: hasta aquí pueden llegar los gobiernos en su atropello de los ciudadanos), de modo que habría que hablar con Morante de la Puebla, que cuenta con el equipo adecuado para pintarlas: este año, en Las Ventas, eliminó la lenteja del ruedo y pintó las rayas, que eran blancas, de encarnado.
Y curvas.
Los periódicos avanzados destacan que la curva de Santiago es obra del franquismo (menudo dato en manos del Garzón de Torres), y de este modo, entre abcisas y ordenadas, regresamos, como avisa Ramoncín a los años 70.
–Y como sigamos así, a los años 40.
La tradición española de la raya es rica: va de Pizarro, con la que trazó a espada en la Isla del Gallo, a Ramoncín, que las pide “recién pintás”, pasando por Morante, con su tolva colorada, y Bergamín, con su “Cruz y raya”.
¡Será por arbitristas!