El dedo de Warren Beatty
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Warren Beatty, en cuyas yemas de los dedos desea reencarnarse Woody Allen, sacó del sobre de Hollywood el Oscar que no era, bochorno que la Academia se habría evitado si, en consideración al prestigio táctil de Beatty, le hubieran dado el sobre de los premios escrito en braille.
A contrapelo de la física moderna, que coloca la vista por delante del tacto, Beatty parece ser dueño de eso que Marc Bloch llamó un “sentido táctil de las palabras”, que, mediante un proceder lúdico, le permite descubrir la verdad a través de la “souplesse”.
–Par souplesse. J’ai perdu ma vie –podría decir Beatty, dando sentido táctil a la “délicatesse” de Rimbaud.
El don de la “souplesse” es algo tan extraordinario como casarse con Annette Bening. Más, desde luego, que un Oscar de Hollywood, que este año ha distinguido a un director iraní pintoresco, pues imparte a los Estados Unidos lecciones sobre democracia y derechos humanos.
Ahora que caigo, en Madrid yo vivía, perdonadme, en el perímetro de los cines Canciller, Benlliure, Cid Campeador, Fantasio y Victoria, el único que permanece abierto, y supongo que tardará en programar la película del iraní con Oscar, lo que prueba que toda la fanfarria mediática sobre la gala de los Oscar está dedicada, no al cine, que se ha quedado sin espectadores, sino a la Tormenta de Ideas del Partido Demócrata, que se está quedando sin votantes.
Que la vista es menos engañosa que el tacto se aprecia en las espirales de Chirino, quien, por cierto, hoy cumple, y tan terne, 92 años. Lo que aprendemos por el tacto sólo es un prejuicio. Igual que lo que aprendemos por el cine, cuya muerte, por eso, será táctil, como fue la de Fidel Castro (¡tocapelotas supremo!), profetizada por Pardo Lazo:
–Le llegará con puntitos apretados sobre su piel verde oliva, cosquillita castrólica de las manos mujeres del cardenal: Monseñor Jaime (Jaime Lucas Ortega y Alamino) lo ama. “J’aime”. Jaime.
Hollywood es ya el Teatro del Tacto de Marinetti.