En el callejón
La gente expulsada -con buenos modales- del callejón
¡Manos arriba / esto es un atraco!
Francisco Javier Gómez Izquierdo
Volvía esta mañana de hacer unos “mandaos” a mi doña, cuando, al pasar por Capitulares, me he topado con unos cientos de personas preparados para acercarse hasta la puerta del Ayuntamiento con ánimo de protestar, sin tener muy clara la estrategia a seguir, pues hay allí un corral hecho con vallas que si los “protestantes” fueran rebaño de la tetrarquía que manda en Córdoba lo hubieran resuelto, de momento, con un derribo inmediato sin precisar deliberación.
Los manifestantes de este mediodía era gente sencilla, trabajadora y educada. No había más que verlos, oírlos y charlar con ellos. Cómo serían que yo, que llevo años sin protestar en público por nada, me he unido a su petición y a sus palmadas y pitos porque pedían algo que me tiene encabritado desde hace mucho tiempo. Pedían el fin del impuesto de sucesiones, que no sé si saben ustedes es un sistema por el que la Junta de Andalucía se lleva un dinero que el sentido común entiende como robo. No te intimida con caballo y trabuco. Te desnuda con un funcionario de hacienda armado de un papelito con cien filos heridores.
Uno de los convocantes, decían que un particular arruinado, porque allí no había partidos, ni sindicatos, ni buscavotos, ni emblemas, ni Cristo que lo fundó, hizo con la mano un “seguidme” y el personal pasó en fila india hasta la puerta del Ayuntamiento donde ha pitado y aplaudido pareados contra el impuesto. Alrededor de 500 gargantas, sin exagerar -la convocatoria creo que ha sido espontánea a través de un matrimonio embargado por una herencia-, han llamado atraco y robo al acto que comete la Junta de Andalucía contra el peculio por lo general exiguo de los huérfanos que viven en una Comunidad arrebatacapas.
A los cinco minutos han aparecido los guardias de la señora Ambrosio por el pesoé, del señor Pedro García por el pecé y de doña Vicky por el Podemos, que aquí se dice Ganemos. Se ve que no esperaban el acto, pero se han organizado con la prepotencia y tranquilidad que da tenérselas con ciudadanos formales pagaimpuestos. Han copado el callejón que formaba la valla con la fachada del edificio municipal por las dos entradas y no han dejado pasar a nadie. A los que ya estaban a la puerta los han invitado, con palabras educadas, que conste, que se trasladaran al otro lado de la valla. Como ya digo que los manifestantes no eran del perfil que acostumbra a romper lo que ni paga, ni pagará nunca con el sudor de su frente, han obedecido a la autoridad uniformada y han procedido a gritar y pitar hacia las cristaleras de las que ha asomado un joven con barbitas de psicólogo y una chica con felpa y una gran camisa de color morado. Reían el par, como si la cosa no fuera con ellos y fuéramos tribu insensata.
Mi padre q.e.p.d. murió hace un año en Burgos. Ni mis hermanos ni yo tuvimos que tributar un céntimo a la Junta de Castilla y León, porque mi padre no tenía ni por asomo 600.000 euros a repartir entre los herederos. Si mi padre hubiera sido andaluz, la Junta nos llamaría a la prole y nos diría lo que vale el piso de Gamonal y la casa del pueblo. La valoración de la Junta es caprichosa y arbitraria muy lejos del precio en el mercado. El piso de mi padre lo tasaría en unos 130.000 euros, sino es en más. La del pueblo en otros 100.000 como poco y la cuenta corriente la tendría vigilada la ministra de doña Susana desde que cumplió 80 años y acudía al médico con asiduidad. No exagero, fiscalizan los movimientos bancarios en los últimos años del difunto. Bien, con estos datos de la herencia de mi padre, más lo poco que había en las cartillas, doña Susana y los suyos, que también son los que se dicen Ciudadanos de Rivera, los podemitas y comunistas de las Andalucías, confiscarían para sus gastos no sé si personales o de personal, 50.000 euros en efectivo por la cara. En Burgos, no nos ha costado nada. ¿Y por qué no ha de ser Córdoba de la misma España que Burgos?