Por qué daba la impresión de que era bizco, y no lo era
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
España afronta la semana del Presupuesto bajo el “shock” de la nevada en Madrid (un prodigio como la “Nieve en Cádiz” que le valiera el Cavia a Pemán) y la grosería en el Congreso de Pablemos, que debía hacer el papel de El Torete y ha hecho el de Tourette.
–¡Qué modales! ¡Qué lenguaje! –se santiguaba el beaterío, como hacen las monjas con los niños en esos colegios españoles que castigan la grosería y pasan por alto la crueldad.
Hombre, bastante peor hablado que Pablemos era Indalecio Prieto, quien, además, iba al escaño con pistola, y hoy tiene en la Castellana una estatua más gorda que la de Castelar. Madariaga supone que “Don Inda” cultivaba la rudeza por darse perfil y relieve, pero también por mero placer de niño juguetón que se divierte asustando a sus tías, y la tía, para él, era Fernando de los Ríos, alias Don Suave, por su atildamiento como de liberal del Consenso barajando con el meñique emparedados en Embassy.
–Prieto se regodeaba soltando en presencia de Don Suave las palabrotas más obscenas y blasfemas.
El chinche era Casares Quiroga (el de ahí tenéis las armas, cuando el 18 de julio, que yo marcho a La Coruña), pulcro de aspecto, pero aficionado al lenguaje vitriólico: donde Prieto dejaba la obscenidad, Casares la recogía doblando la apuesta sobre el tapete de Don Suave, que, acaso por este “mobbing”, daba la impresión de que era bizco, y no lo era.
Por entonces (y esto lo habrá oído contar Pablemos en su casa), José Antonio, admirador de Prieto, en su parlamento sobre la Reforma agraria mentó el caso de una cacica de Narros del Puerto que a las causas de desahucio del Código Civil añadía: “La dueña podrá desahuciar a los colonos que fuesen mal hablados”.
La continuación de la oratoria soez de Prieto por otros medios fue Queipo en Radio Sevilla. Cómo sería la cosa que Franco ordenó a los académicos enterrar sus tacos en cursilería radiofónica. El resultado, entre Torete y Don Suave, es la generación de Pablemos.