Españapié
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Esta inusitada actividad antiespañola (tebeté, tebetrés) ante una virtual desaparición de España recuerda a la inusitada actividad antifranquista ante la virtual desaparición de Franco.
Otra vez nuestro proverbial arte de Birlibirloque, que es, dicho por Bergamín, el arte de poner y quitar.
–Las corridas de toros nacieron al arte de Birlibirloque para contrarrestar clásicamente el desorden público y privado de la decadencia española. Pero a esta originaria generación clásica sucedió su castiza degeneración.
Con vistas a la ansiada “homologación europea” (como si en Europa hubieran atado a los perros con otras longanizas que las del general Marshall), el antifranquismo, para serlo, sólo tuvo que tapar el franquismo, un birlibirloqueo al estilo de “La vida de Brian” cuando los conspiradores judíos se tapaban con el mantel para pasar desapercibidos en los registros domiciliarios de los legionarios romanos.
Y con vistas a una “república catalana” (previo tabarrón tertuliano con el 155 para eludir el 116), los arbitristas (ahora catedráticos) de la cosa han ideado que la solución a la separación de España es… eliminar el nombre de España, que en lo político se llamaría “La Federación” como en el fútbol ya se llama “La Roja”.
Nadie se puede separar de lo que no existe, y en eso están esos catedráticos que sueltan artículos-globo con el “España nunca existió” en el periódico global como los orates de la bohemia reparten poemas en las mesas de las terrazas.
La causa del Birlibirloque cuenta ya con un general que ante el separatismo se declara neutral, y para Gerhard Leibholz del birlibirloqueo constitucional (ligereza, agilidad, destreza, rapidez, facilidad, flexibilidad y gracia) los directores del espectáculo ya han elegido al fiscal de Zapatero.
De España quedaría ese liberalismo mariano que hoy se hace fuerte en “Embassy” (¡El Álamo del emparedado!) como no lo hizo en “Pigmalión”, donde, de dar crédito a Cebrián, tanta democracia se coció.