Ethan Edwards
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Sólo quien haya pasado por el trago de heredar un pisito a partir entre varios parientes entenderá por qué todavía no tenemos gobierno.
Ayuda al ánimo releer las reflexiones acerca de la Libertad, la Sociedad y el Gobierno del filósofo máximo de la nación, Santayana, español a contracorriente (¿cuántos españoles conocemos hoy nadando contracorriente en la política, la cultura o la economía?), en cuyas “Dominaciones y Potestades” nos habla de la política como deporte (caza, lucha, arte escénico) y lotería, con sus premios grandes y pequeños.
–El entusiasmo político es un don gratuito que la existencia de gobiernos regala a la imaginación.
En el Estado de partidos, que es lo nuestro, el Estado es el pisito, y los partidos, los parientes, que odian la mayoría absoluta (fundamento de la democracia representativa) porque con ella sólo pilla el que la tiene, el “heréu”, quedándose los demás a verlas venir.
El ideal partidocrático, pues, es el reparto con arreglo al confuso testamento constitucional, que dice pero no dice (“fórmulas dilatorias”, lo llama Carl Schmitt), como es propio de las Constituciones partidocráticas, escritas, a diferencia de la americana, para no cumplirse.
El 20 de diciembre ocurrió que por la mala cabeza de los partidos viejos, o partidos tarambanas, a heredar se presentaron dos parientes nuevos, a cuál más avaricioso, habidos fuera de la familia, y el 21, todo español sin intereses en el prorrateo ya podía saber que no habría arreglo.
Emplear conceptos de la democracia representativa para explicar el Estado de partidos confunde, y muchos no votarán (el toro que puede matar al sistema, la abstención, ya estaría comiendo hierba), en vez de exigir el desalojo de los partidos del pisito, la eliminación de las listas y un sistema electoral mayoritario.
–Pero no debemos olvidar –dice Santayana– que el entusiasmo por el ideal, la lealtad por la autoridad o el deber, son incidentales en el hombre, y no se puede confiar en ellos.