lunes, 7 de marzo de 2016

Exhibición y competición




Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    Al público del Bernabéu le pasa lo que al vasco del chiste, que ya no sabe si está a Rolex o a setas. Porque 7-1 al Celta de Vigo (el pueblo de todos los oriundos de los 70 (“¿Lugar de nacimiento del abuelo?”, preguntaba el funcionario; “Celta de Vigo”, respondía el futbolista) no es moco de pavo. Y, sin embargo, sólo servirá para que el Barcelona pueda decir que ganó otra Liga al Madrid más goleador (casi) de la historia.

    El Madrid de Zidane es un equipo más de exhibición que de competición. Para exhibirse basta con tener jugadores buenos. Para competir, hay que tener jugadores ganadores. En el Madrid de Zidane sobran de los primeros y faltan de los segundos.

    Los planos que la TV saca del público del Bernabéu no favorecen al relato grande: es como si en Las Ventas enfocaran siempre al japonés del “7”. En los cuatro goles de Cristiano al Celta había algo de Sancho Gracia actuando para los turistas de Almería en “800 balas” de Álex de la Iglesia, con excursionistas de todo el planeta asistiendo al espectáculo. Son goles tan de Clint Eastwood en poncho mascando un puro en primer plano de Sergio Leone que el pipero, absorto, ni siquiera se pregunta por qué su héroe no hace esos goles contra las Desdémonas del Barcelona o contra los “indios” del Atleti. Las cuatro de la tarde es la hora de la siesta, no la de las preguntas. Cuatro goles a las cuatro de la tarde pueden dar para un Pichichi, que es un título que vuelve loco a Cristiano, por cómo celebra cada mono que tumba en la tómbola. Ramos le ha metido en la cabeza la idea sevillana de la alegría (esa alegría que entra a los españoles cuando ven andar por la calle a Rafael el Gallo), según la cual lo único importante es estar contento.
    
Cristiano llegó de Inglaterra que parecía Luis Folledo.

    –Lo único importante en esta p… vida es saber dónde está el hormiguero para meterla –dijo Folledo a José-Miguel Ullán, en presencia de El Fary, madridista bravo.
    
Siete años y una Liga después, Cristiano está donde estaba, contento, como el corazón de Marisol, pero al madridismo, al quedarse solo, se le queda cara de decir: “¿Y esto es todo?”
    
El sábado había una pancarta pipera e inquietante como un exvoto: “Para llevar este escudo hay que sudar la camiseta”. ¡Ah, esa mística del sudor cantada por Iñaqui Perurena, levantador de piedras y bertsolari del “Sudor, cómo sudo el sudor, suda, sudor mojado, sudor...”! El arquetipo del sudor en este Madrid es Carvajal, y eso lo tienen interiorizado sus compañeros. Hubo un pase interior, de los que sólo se dan con el rabillo del ojo de Laudrup, a cargo de Cristiano: era un balón absurdo hacia el sector derecho, donde no había nadie, mas como ése es el sector de Carvajal, por allá venía corriendo que se las pelaba, ¡sudando!, Carvajal; el balón salió por la línea de fondo, y Carvajal seguía corriendo, mientras Cristiano le afeaba con aspavientos no haber llegado. ¿Adónde? A ninguna parte.

    En los toros hay un arte parecido al que ofrece el Madrid de Zidane: es de Galapagar y se llama José Tomás, que vive de cuatro temporadas míticas (96, 97, 98 y 99). Como el Madrid, José Tomás no compite: en palabras de Joaquín Vidal cuando el “adolfo” vivo en Las Ventas, , le dijeron que era de otra galaxia, y se lo creyó. José Tomás, ante públicos bizcochones y sin toro, hace exhibiciones, y va tirando. Como el Madrid de Canelita en rama. Y Cristiano, ay, haciendo bocina con la mano en la oreja.


LA JOTA DE JAMES

    En el proyecto sugestivo de vida en común (frívola definición orteguiana de nación) que prepara Zidane para el año que viene, los politólogos del Bernabéu que han analizado el vuelo de las aves concluyen que lo que se prepara en el equipo es un cambio de jota, la de James, por la de Hazard, que no la tiene, aunque si a Jesé se le puede decir Yesé no sé por qué a Hazard no se le va a poder decir Jazard. Jazard es James sin gol, pero James representa ahora el relajo, mientras que todo es exotismo en Hazard. Otra prueba de que es James la jota a canjear es que a “Ijco”, jugador de “pinball” sin “flippers”, los piperos vuelven a decirle Isco. O sea, que se queda.