sábado, 28 de noviembre de 2015

Patriotismo



Ignacio Ruiz Quintano
Abc

Cuando el presidente de Francia va por el mundo pidiendo ayuda como Gary Cooper por Hadleyville en “Sólo ante el peligro”, aquí el jefe del Ejecutivo (que en el sistema español lo es también del Legislativo y el Judicial) echa el rato en la radio estudiando el despliegue táctico del Madrid de Benítez en Ucrania, mientras la “Doña Virtudes” de la izquierda, Monedero, insinúa en un establo electoral vicios de Rivera, que se defiende con frase de camiseta en Twitter: “La nueva política es defensa y debate de ideas y valores.”

Rivera llama ideas a las ocurrencias del marketing "votero" y valores a los disvalores socialdemócratas, que son el glamour de esta época. Moralmente, al lado de la “nueva política” de Rivera, la “vieja política” de Romero Robledo, el pollo de Antequera, parece la regencia del cardenal Cisneros.

Es la irrelevancia colectiva de España, contra lo que fue su grandeza, producto, según Cánovas (que tantas vueltas dio a Rocroy), “de hazañas aisladas y de ricas herencias”.
Porque conoce la historia al dedillo puede decir Cánovas que “el patriotismo desaparece de los pueblos tan pronto como se convencen de que no son gobernados como tienen derecho a esperar”.

Ya que vemos lo poco que va del “Je suis Paris” al “Je suis autre jeta”, pensemos que, bajo Cánovas, Bismarck, que era un ídolo en España (del Rey abajo todo el mundo bailaba el “Walhalla o las glorias de Alemania”, del hispanista Fastenrath), puso su bota sobre las Carolinas y la reacción popular en Madrid fue ir a la calle del Amor de Dios, donde la Embajada de Alemania, y apoderarse del escudo y del asta de la bandera para entregarlos “al vejamen del arroyo”, antes de seguir hacia las Embajadas de Francia e Italia a vitorearlas.

La necesidad no deja ejecutar lo mejor –era un lamento recurrente de Felipe IV.
Ahora la “necesidad” que no deja ejecutar (¡ni lo mejor ni lo peor!) es “la foto de las Azores” en campaña electoral.

¡Si nos viera Felipe IV!