La Tigresa sacándose el carné de conducir
Francisco Javier Gómez Izquierdo
Dice la prensa que Idoia López Riaño, “la Tigresa” para la policía y “Margarita” para la Eta, anda mosqueada porque no le dan permisos en el talego. Los iñakis irreductibles a los que ministros como el señor Rubalcaba les facilitaba la reinserción como quien no quiere la cosa, se negaban a salir a renovar el DNI porque el equipo de tratamiento les ponía la condición de volver a la cárcel tras cumplir el trámite para así justificar el buen uso del permiso con vistas a una inminente excarcelación. Los iñakis irreductibles ni aceptaban ni aceptan condiciones, por mucho que el primer grado se dulcificara hasta considerar que negarse a barrer el patio o limpiar los tigres no era desobediencia de órdenes a los funcionarios de prisiones. De Juana “el ertzaina”, Zabarte “el carnicero de Mondragón”, el argelino Parot, los Troitiño o Inmaculada Noble, una de las más fundamentalistas de los presos de la banda, nunca participaron en la limpieza de las zonas comunes de sus talegos. Su fanatismo irracional los situaba en el pedestal de los héroes, pero en el fondo todos ellos aspiraban a un ministerio cuando llegara la independencia del País Vasco.
De Juana, Idoia, Parot, Pérez Díaz, Inmaculada Noble, los Troitiño... no pueden argumentar su abertzalismo a golpe de apellidos vascos y por eso en su juventud fanfarrona no repararon en muertos por una causa que no comprenderán ni en siete mil vidas que disfrutaran. A muchos de los terroristas etarras condenados por asesinato, los años de cárcel, la tele en el chabolo, el trato con los delincuentes y lecturas inimaginables les ha ido doblegando la voluntad e incluso se han llegado a ver a sí mismos como monstruos alucinados anclados en una adolescencia de potes en la plaza y caminatas por el monte. Es cierto que hay arrepentidos de verdad, pero también es cierto que su arrepentimiento no devuelve vidas y que es tremendamente injusto que los asesinos sean premiados por no volver a matar y los maridos separados cumplan condenas a pulso por romper una orden de alejamiento al coincidir los ex-cónyuges en una cafetería. Arrepentidos los quiere Dios, pero habíamos quedado que éste es un país laico.
Los padres de Idoia López Riaño venían a ser de la parte de Salamanca, pero la Tigresa se crió en Rentería entre manantiales de calimocho y dicen que escapadas al Jaikibel, donde un servidor en 1980, llegó a garitear con un Cetme. Idoia está cansada de cárcel y me cuentan que tiene destino en economato. Mi mejor amigo es carcelero y me dice que el pulso de un módulo lo marca el “colomatero”. El preso encargado de la dependencia tiene prohibido fíar, pero todos los funcionarios saben que no tiene más remedio que hacerlo, porque está muy mal visto negar café al patio. El “colomatero” siempre se las arregla para cobrar el fiado -hay un impuesto consuetudinario llamado gabela-, pero es muy importante que los intereses no sean abusivos. En muchas ocasiones, por no hacerles falta el dinero o por ser tíos ó tías “por derecho”, el interno del Economato invita al que sabe que no tiene quién le ingrese dinero en peculio y entonces a ese preso o esa presa no hay quién los toque.
La “Tigresa” ha renegado de Eta y seguro que es buena “colomatera”. Es un poco raro que haya salido a Vitoria a sacarse el carné de conducir acompañada de educador y el Juez de Vigilancia le deniegue un permiso ordinario. Dice mi colega que la Audiencia no tardará en enmendarle la plana a Su Señoría, porque en España hay jueces proclives a la empatía, una cualidad muy psicológica, que la señora alcaldesa de Madrid quiere exportar a Siria y por ahí.
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