martes, 5 de mayo de 2015

Desprecio soberano

Tribuna y gente en el palco
 Desde Fondo Sur

Francisco Javier Gómez Izquierdo

      El penúltimo partido que el Burgos -en realidad fue el Real Burgos- jugó en Primera División tuvo lugar en el Sánchez Pizjuán y fue la tarde que Maradona se endemonió con Bilardo, su entrenador y compatriota. Un servidor ya vivía en Córdoba y ni qué decir tiene que en Sevilla me presenté para despedir a un equipo que llevaba nombre falso y al que tanto sigo queriendo. Mi familia futbolística empieza con  mi madre, el Burgos, y acaba en el Córdoba, esposa difícil a la que aguanto todos los voluntos. En mi juventud y hasta no hace mucho he tenido de amante a la Real Sociedad y hubo un tiempo que estuve perdidamente enamorado del club mas formal de la época: el Osasuna de finales de los 80, del que fui orgulloso abonado.

      De mis amores sólo el Burgos me dio disgustos y me sigue preocupando su mala salud. A la Real la siento cada año más lejos y lo que está pasando en Osasuna no acabo de entenderlo, pero también me pilla ya retirado. El Córdoba, con el que llevo casi treinta años, me decepciona todas las temporadas, incluso la del ascenso -no olviden que quedamos séptimos-, pero acepto todo lo que le pasa con una paciencia que he alimentado con mucha dedicación y tiempo. Difícil entender tanta pasión por el fútbol y más si les confieso que tengo por ahí varios equipos a los que también reparto cariño verdadero, como el Numancia, Mirandés ó Cádiz. ¡Ah, el Cádiz!

      Resulta que el Cádiz es ya campeón del grupo IV de 2ªB y vino el domingo a jugar un trámite con el Córdoba B. Nuestro filial ya ha descendido a Tercera, pero unos poquitos fuimos a ver el Cádiz y a ese Airam que ha salido goleador. Pensarán que me gusta exagerar cuando les hablo de las maldades del amo del Córdoba, pero consideren la última.

      Los pocos partidos que el filial juega en El Arcángel los abonados los vemos en tribuna, que es la única zona del campo que se abre porque vamos cuatro. El domingo, el amo del Córdoba no nos dejó entrar ni a tribuna ni a preferencia. Nos encerró en el fondo sur para que no tuviéramos la tentación de acercarnos al palco de tribuna donde se entronizó soberano junto a la perpleja -supongo- directiva cadista. El amo del Córdoba  hace mucho daño al corazón cordobesista y luego se protege timorato en las espaldas policiales o enjaula, como el domingo,  a los que cree súbditos. El amo del Córdoba no sabe que el fondo sur está para que anime la juventud y que a los aficionados veteranos nos gusta vigilar los fuera de juego, si se tiran las líneas correctamente, los relevos y demás condicionantes balompédicos. Tampoco acaba de comprender que no se puede insistir en la humillación colectiva. Cualquier día, como a Maradona ante Bilardo, le va a venir el hartazgo a la afición y todo van  a ser querellas. De verdad, que mi intención era ver al Cádiz de Claudio Barragán, que por cierto ganó 2-0 con goles de Airam, y miren por dónde, tuve que aguantar de nuevo una majadería incompresible, propia de individuos sin civilizar.