LOS TOROS VISTOS POR EL QUE PAGA
The Observer
José Ramón Márquez
El año pasado, el Jurado de la Empresa Organizadora De La Peor Feria de San Isidro Que Se Recuerda (2014), compuesto por D. Carlos Abella, D. Ignacio Álvarez Vara “Barquerito”, D. Andrés Amorós, D. Federico Arnás, D. Pedro Javier Caceres (sic), D. David Casas, D. Íñigo Crespo, D. José Antonio del Moral, D. José Luis de la Chica, D. José Manuel Durán, D. Jorge Fajardo, D. Marco Antonio Hierro, D. Carlos Ilián, D. Javier López, D. Antonio Lorca, D. José Antonio Martínez Uranga, D.Manuel Molés, D. Miguel Ángel Moncholi, Dª Patricia Navarro, D. Sixto Naranjo, D. José Luis Ramón, D. Francisco Serrano y D. Vicente Zabala de la Serna decidieron, con un par, darle el premio a la mejor corrida del olvidado serial a la de Parladé, prestigioso galardón que lleva aparejada la instalación de un alicatado en el patio del desolladero. Poco a poco vamos alicatando la Plaza entera sin ton ni son, y hoy que se descubrió el mamarracho cerámico correspondiente en el sitio precitado no creo que nadie pudiese recordar a uno solo de los seis idiotas (Hampesco, Cabreíto, Idealista, Gruñidor, Rapiñador, Teatrero) que compusieron la redada merecedora de tan injusto galardón. Esto de los toros es así. Se corren las voces, siempre interesadas, de que una ganadería está que se sale, y la banda a tragar. Casi nos la colaron con los Tajirreinas de Pepito Veragua, que iban en la misma línea, y ahora nos la van colando con estos Parladé, a los que casi cuadraría más el nombre de Parladouro por su pasaporte portugués, región del Alentejo.
Como todo el mundo sabe, la actual tendencia en la ganadería de lidia es tener la menor cantidad posible de toros negros, y de acuerdo a esa moda aún no ha habido una sola corrida en lo que llevamos de feria en que las capas de los seis hayan sido de aquel ya casi olvidado pelo negro zaíno; a cambio llevamos una tómbola de castaños, chorreados o colorados. Y es que realmente ya da lo mismo de donde venga la procedencia del ganado, porque al final acaban echando la corrida en Technicolor, que lo del blanco y negro está también ya muy superado. Hoy, para no ser menos, vinieron dos castaños y dos colorados. Y dos negros, que a la postre fueron casi los que puntuaron con mejor nota en el conjunto de la corrida.
Como todas las tardes nos persignamos y oramos con el breviario de Abeya: “...este encaste conserva la cualidad de ir a más. Se arranca pronto y lo hace con alegría y fijeza...” etcétera. Algún día, como hoy, de tanto ir el cántaro a la fuente, parece que medio acierta la profecía y ahí tenemos a algunos de los Parladé arrancándose prontos, con alegría y fijeza, a cambio de elevar hacia el tendido una sensación de bobaliconería muy intensa, por lo que se les ve como serios candidatos a repetir premio por segundo año consecutivo. A fin de cuentas ¿qué tuvieron los del año pasado que no hayan tenido estos de hoy?
Para dar fin de los productos de la Sociedade Agropecuaria do Rio S.A., se anunciaron Abellán, Perera y Fandiño. Este último repetía Parladé en Madrid, pues también estuvo en la corrida del premio de 2014, donde mató sin muleta.
La tarde era algo ventosa. En la troje de la sobrepuerta de arrastre sentaron junto al Doctor Zaius al maestro César Rincón. Estupenda elección, pues él es la persona más indicada para explicar a los que siempre andan con la monserga del viento cómo él en una tarde de inmisericorde vendaval fue capaz de arrancarle los dos pabellones auditivos a un toro enorme de Hermanos Astolfi, en una emocionantísima faena, en el San Isidro del 95. Desde aquél día decidimos que el viento ya no nos sirve como excusa.
Abellán se vino el hombre con su vestidito blanco e imagino que tan contento, porque no se sabe a santo de qué tiene contratadas tres tardes en la feria. Su primero era un torete muy majete, con esa seriedad que le confieren las fundas a los pitones. El animal tenía la idea de hacer caso al programa en lo de arrancarse pronto, pero eso ocurría en una distancia que no era la preferida por Abellán, que andaba más a gustito en las cercanías. El hombre fue labrando la cosa en orden a su interés y cuando consiguió desengañar al toro y que le permitiese ponerse en la distancia que a él le venía bien, pegó unos cuantos naturales de uno en uno, alguno de ellos realmente bueno. El conjunto de su labor encandiló a los de los tendidos 4 y 5 y su alegría se contagió a bastante gente, que vibró de emoción cuando el torero dejó una estocada dentro del toro, sin reparar mucho en la ruin forma en que el torero tiró la muleta en el hocico del bicho para que este se entretuviese con el trapo, por lo que pudiese pasar. Le dieron la famosa oreja y el hombre se volvió a su rincón a esperar a su segundo. Su segundo era uno de los negritos antes dichos, Fanfarrio, número 77, una máquina de embestir, mas tonto que el que asó la manteca, y ¿por qué no decirlo? con una bonita y alegre embestida. Ante este regalo Abellán desplegó una densa nube de la más plúmbea vulgaridad y ventajismo. Decía Domingo Ortega que el toreo son dos líneas, la horizontal del toro y la vertical del torero. Y también el ángulo recto de la alcayata, habría apostillado el maestro de Borox tras ver a Abellán poner en grave riesgo sus musculos lumbares esta tarde.
Perera, ¿habrá ya que decirle maestro Perera?, venía de sobrado. Aplicó de manera escrupulosa en su primero el acto de fe de la figura contemporánea: “No pasaré de la línea del pitón ni aunque me aspen” y desde ahí a base del pico de la muleta fue tirando del burel para ir componiendo una faena de ésas que hace a lo largo de toda la temporada en Villaberzas de Arriba y que los portales taurinos oficiales publicitan como reinvención del toreo. Al aire del pico se debe decir cómo ya todo el mundo ha asumido esa deleznable forma de citar -a los toros pastueños- y ya nadie recrimina a los toreros cuando presentan la muleta de manera oblicua como si tuvieran la intención de saltar el ojo del toro. Vulgaridad a raudales en el primero y ni un solo argumento defendible, que incluso lo de soltar la muleta al entrar a matar huele de pena. En su segundo, viendo las trazas del muchacho, nos dedicamos a contar los “pases” que daba y a cruzar apuestas sobre el número total de ellos que compondrían la faena. Finalmente el número triunfador fue el 49. 49 pases, por llamarlos algo, tan mecánicos, tan aburridos como la visión de un funcionario compulsando unas escrituras de propiedad.
Y Fandiño. Fandiño tras lo del Domingo de Ramos. En el primero dio la sensación de que veíamos el epílogo o estrambote de aquella tarde de desilusión colectiva. En su segundo sacó otra raza y desde el inicio con un pase cambiado compuso una faena de altibajos en la que los dos mejores momentos son una encajada serie de redondos y la visión de que con unas ajustadas bernardinas podría levantar los ánimos y provocar las palmas del público. Diríamos que en la faena al segundo el de Orduña ha pasado página de lo de Ramos. Hay que volver a verle, porque hoy ha apuntado más en la mala dirección que en la buena.
Día a día podemos ver la decadencia de la Plaza, cómo Madrid se va perdiendo poco a poco. Por diversos sitios, como los indios de las reservas algunos grupos resistentes se empeñan en apuntalar la seriedad de la Monumental, pero Madrid está como Constantinopla en 1452: a punto de caer.
¡A los toros!
El triunfador anónimo
Ni una verónica en lo que va de Feria
Pero todos los días media docena de portagyolas
Mantilla (no confundir con Matilla) del Santo
Saludo chino (como su toreo) de Abellám
Iván... (ni se sabe las que van)
Sillas para ver los toros
Honor al Labrador