Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Haría falta un Felipe II, para volver a dejar Madrid como la encontraron Botella y Gallardón, una pareja que en doce años de cemento desmontó incluso la acreditada idea gramsciana de que es más difícil destruir que construir.
¿Qué tenemos para el día de las votaciones? El sempiterno entremés cervantino de los alcaldes de Daganzo: Esperanza, que sería Humillos, que con ser cristiano viejo (liberal, ya saben) se atrevía a ser “un senador romano”; Jarrete, que sería Carmona (no confundir con Carmena), que sabía “calzar un arado bravamente”; Berrocal, que sería Begoña, que tenía en el paladar un huevo de sabores estampados, o sea, huevos de Lucio; y Pedro Rana, que sería Carmena (no confundir con Carmona), que prometía una vara de encina y de roble para que no se doblara “al dulce paso de un bolsón de ducados”.
Según las encuestas, esa zanahoria con que la opinión publicada pastorea a la opinión pública, la vara de Madrid está entre Esperanza y Carmona, dependiendo del gusto ambulatorio de Begoña, de sobrenombre Mafalda, que no ve en Esperanza a una mujer tan de la calle como, por ejemplo, Obama, que le parece la encarnación de Oliver Twist.
Carmona promete más barcas en el Retiro, y Esperanza, más bicis (¡y más ordenanzas!) en Serrano, urbanísticamente arruinada por Botella y Gallardón, hasta el punto de que han desaparecido las proustianas niñas de Serrano, calle que incluye la Milla de Oro, un caos de millonarios que es una copia municipal del centro del campo de Ancelotti en el Madrid.
¿Más bicis y más ordenanzas? “Liberalismo franquista”, perfectamente definido por Gabriel Maura cuando dijo que lo de Franco era una dictadura paliada por el incumplimiento.
–¿Y la lucha de clases? –preguntó Ridruejo.
–Mire usted, Ridruejo –contestó el general–. Lo que necesita el obrero español son bicicletas, porque a veces tienen la obra lejos y se mojan porque van en zapatillas.
¿Más bicis o más barcas? Mafalda tiene la palabra.