LOS TOROS VISTOS POR EL QUE PAGA
El fascismo del Doctor Fleming
José Ramón Márquez
Primera comparecencia de uno de los Hermanos Fraile en la Feria, segunda en la temporada madrileña, hoy con la franquicia de La Ventana del Puerto. El corrector del word se empeña en corregirme poniendo “la ventosidad”, y aunque me tienta dejarlo por ajustarse más a la verdad de esta putrefacta ganadería, opto por eliminarlo en aras de la precisión.
Hoy el frailuco del barómetro lisarnasiano, don Moisés, nos obsequió con seis de sus subproductos de los cuales tres fueron protestados de salida, uno fue devuelto a la mazmorra de Florito y otro se partió una mano y tuvo que ser sustituido. Cuatro en total del arca de don Moisés que nos permitieron completar el encierro con los productos de dos ignotas ganaderías, tal y como corresponde a la primera Plaza y Feria del mundo, la de los Hermanos Revesado, industriales dedicados al envidiable negocio de las chacinas de pata negra, y la de El Risco, propiedad del salmantino don José Vidal.
Por ir con un poco de orden, aunque poco hay que decir, los que se lidiaron del hierro oficial estaban en lo que se puede esperar de la lisarnasia hueste, huidos, sueltos, sin interés por el caballo, sacando la lengua al respetable... Ya se sabe que a estos los crían a ver si suena la flauta por casualidad y sale uno lo suficientemente bobo como para que uno de oro se ponga a hacer filigranas de arte con él, cosa que casi nunca ocurre. Siempre recordamos cómo hace la torta de tiempo esta era una ganadería de las duras y cómo se esperaba la llegada de “los del Puerto” para ver a un tío ponerse enfrente con un par. Eso es historia, vieja historia ochentera, que los amos de la vacada se han encargado ellos solitos de borrar, a base de la selección que hagan con el fin de quitarle a sus toros el más mínimo atisbo de casta o de autoestima. Lo que sí que sacan a veces es su geniecillo, geniecillo cobardón y mansurrón, pero no hablamos de geniecillo, sino de alma, o si no que le pregunten a Ruiz Miguel por las intenciones de aquél Saleroso, número 53, del 88, negro, alto, de tremenda leña, remiendo en una de Pablo Romero, con el que aquel gran torero dio otra de sus lecciones de sabiduría, poder y torería frente a un ser cuya sola presencia ya infundía pavor.
Balada de los toros du temps jádis, frente a la realidad del día presente, que va de un Clavelero, número 108, en tipo Clembuterol, corto y regordío, a un Pelotito, número 107, chico y sin chicha. Una birria. Y luego, los sobreros, el que sirvió para que los hermanos de las chacinas se estrenasen en Madrid, Fogoso, número 2, dime de que alardeas y te diré de qué careces y el del señor Vidal, Garza, número 26, el más toro de toda la tarde.
Para dar fin de las prendas del Ventanuco del Puerto, esos grandes aficionados que hacen los carteles del trágala madrileño pusieron a Eugenio de Mora, Morenito de Aranda y Arturo Saldívar. Si contamos con que Eugenio de Mora había dejado dos importantes huellas de su paso por Las Ventas en sus dos últimas actuaciones; si contamos con que la actuación de Morenito del pasado día 2 dejó un gusto sabroso y esperanzador en la afición y si contamos con que de los mejicanos que andan por acá es Saldívar el que tiene mayor proyección hacia el toreo serio, se ve perfectamente que la apuesta de hoy era otro chafarrinón de los eminentes empresarios, Choperón Father & Son. reduciendo esta corrida tan interesante, al menos por la parte de los toreros, a un domingo, la peor fecha, y encima con los lisarnasios. Este cartel merecía día de más campanillas.
Eugenio de Mora está en un momento de dulce. Tres tardes en Madrid y tres tardes con argumentos sólidos y de buen toreo no es algo como para no tener en cuenta. Si desde hace un par de años se le veía en una progresión hacia el toreo caro puede decirse que ya ha arribado a esa meta. Torero ya asolerado, empeñado en los modos clásicos, hoy ha compuesto una sólida faena a su primero, faena estructurada y construida a base de riñones, en la que ha acabado metiendo al toro en un juego en el que el animal no tenía el más mínimo interés. Desde el recibimiento al toro con un capote firme y poderoso hasta las dos extraordinarias series de naturales, Eugenio de Mora ha dictado un completo curso de tauromaquia en ese toro. Si cuando él decide cortar la faena, con el toro igualado, llega a llevar el estoque de verdad y tumba al toro de un volapié, el triunfo habría sido morrocotudo. A cambio se va a la barrera donde alguien le malaconseja que alegre la cosa con unas trincherillas y tal, y cuando vuelve de nuevo a por el estoque el toro se ha pasado de faena y no hay forma de que se cuadre. Culpa suya por no llevar la espá y por hacer caso a bobos de callejón. En su segundo pone también argumentos de mucha solidez y madurez. Inicia la faena de rodillas y va labrando su obra en la que junto a un impresionante pase de pecho de los de antes de la Guerra, hay mucha inteligencia y oficio en sujetar al toro, en templarlo y en sacar leche de esa alcuza huera.
El primero de Morenito era otro gayumbo manso y rajado. A los cuatro pases ya estaba el memo de Lirito, número 127, buscando los chiqueros para ver la manera de volver a Tabera de Abajo. Ahí es donde Morenito consiguió encelarle y sacarle cuatro o seis muletazos a favor de querencia y hasta de eso se hartó el bicho. En su segundo, el tal Garza de El Risco, toro serio y ofensivo, Morenito consiguió torearle en redondo con largura y lentitud, acaso más preocupado de la estética que de las formas, y se adornó con torería en las trincheras refrendando la buena impresión que dejó a la cátedra en su última actuación
Saldívar, que se lució en un quite por zapopinas, debe fijarse en estos dos toreros que hoy le han antecedido en la lidia. Y debe meditar mucho sobre su concepto poniéndolo en relación a lo que hoy ha visto en la Plaza. Si es listo y está bien aconsejado, aún no está perdido.
La apuesta de Eugenio de Mora y de Morenito de Aranda no debe ser planteada entre los aficionados en los términos de si “este” o “el otro” La apuesta de ambos en la tarde de hoy, cada uno a su manera, es de lo más revolucionario que puede concebirse tal y como está la cosa y a la espera de que lleguen los tenores que copan las ferias con la tediosa matraca más vista que el TBO. Morenito y Mora han dado una buena tarde de toros en Madrid por ser ellos mismos y tratar de salirse de los senderos más trillados y facilones, fuera de los que se nos quiere convencer de que no hay vida posible. Si sería la cosa fuera de lo común que hasta se fue la luz de unos cuantos focos de los que Abeya cuida con mimo voltaico, quedando la Plaza medio en penumbras.
Al terminar la corrida un espectador ofrecía su reseña por el teléfono movil a su interlocutor:
“Uno de Méjico, uno de Burgos y Juan de Mora... uno se ha partido una pata...”
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Sería una enorme injusticia no reseñar la decisión con los palos de David Adalid, así como contrastar la excelente cuadrilla de Morenito de Aranda con la paupérrima de Eugenio de Mora.
La burla
El arte
La caja negra
La incuria
La paloma
El paseo
Los hermanos Revesado
El Risco
El diferencial de Abeya
Plaza en penumbra