domingo, 7 de octubre de 2012

Desastres de la guerra

Fue a finales de abril de 1938. Un día me llamaron del cuartel general del batallón, donde un cierto teniente me saludó. "Harry", dijo, "tenemos para ti un trabajo que deberías hacer esta misma noche". Después prosiguió llanamente: "Hay un soldado que ha desertado tres veces, y queremos que tú le dispares mientras duerme. Todo el asunto no te llevará más de unos pocos minutos.
Harry Fischer. Camaradas, relatos de un brigadista.
La victima tenía nombre y apellido: Bernard Abramofsky y pertenecía, como Harry Fischer, a la Brigada Lincoln. Harry se negó a disparar a un dormido. "No he venido a España a matar americanos", dijo. Lo que más le dolió fue que la orden procedía del comisario de la brigada, una persona en la que hasta entonces había confiado ciegamente. Salió del cuartel confundido. Al poco rato se le acercó su amigo John Murra. Venía temblando. A él también le habían hecho la misma proposición y también se había negado. Estaban los dos apoyados en una tapia que separaba dos granjas. En el horizonte, a unos cincuenta kilómetros, tenía lugar un dramático duelo de artillería. Pero fueron capaces de percibir, sobrepuesto al fragor de los cañonazos, un disparo. Ambos comprendieron qué había pasado. Se separaron sin decir palabra.