miércoles, 10 de octubre de 2012

Buzones

Lector ferlosiano

Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    Para nosotros, José María Íñigo siempre será Íñigo, el hombre que pilló a Franco intentando corromper a las grandes democracias europeas con los votos de Eurovisión.
    
Bueno, pues ahora Íñigo denuncia “la odisea de echar en Madrid una carta”:
    
Es la ciudad europea con menos buzones postales.
    
Mas la odisea de echar una carta es un juego de niños, comparada con la de echar una meada como la de Lucio al final de “El Jarama”.

    –Lucio salió al camino y orinó interminablemente, a la luz de la luna, que ya casi tocaba el horizonte sobre las lomas de Coslada
    
Ese sencillo acto ferlosiano que los ingleses llaman “constitutional walk” y sobre el cual elaboró el doctor Freud de Viena su más hermosa metáfora cultural está sancionado en la capital con mil euros, el salario mensual de cinco muchachos pertenecientes a la Generación Mejor Preparada de la Historia con la fortuna de tener un “minijob”.
    
En Madrid no hay buzones ni bacinas.

    En Madrid sólo hay policías.

    Enjambres de anacletos agentes secretos con plaquita patrullan las calles de la ciudad rastreando lo único de valor que el transeúnte pueda tener para una socialdemocracia triste, solitaria y final: dinero de bolsillo. Cualquier indicio es válido: un ticket de aparcamiento pasado de hora, una botella de Mahou en la mano, un fandango alosnero al aire o una meada como la de Lucio a la luz de la luna de Ferlosio.
    
En Madrid no hay buzones, y por eso ningún regeneracionista pierde ya el tiempo escribiendo cartas a España.

    Pero en Madrid tampoco hay bacinas, y por eso hemos pasado de la extinción del fuego por la micción (“un goce de la potencia masculina en contienda homosexual”) a la extinción de la micción por el fuego, o goce de la potencia recaudatoria en contienda policial.