Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Tiene guasa que del franquismo, en vez del empleo vitalicio y la cesta de Navidad, preservemos el ciclofascismo de piernona en alto, tan brillantemente teorizado por Giménez Caballero, ideólogo de nuestra prehistoria política, que viene de Maura.
–Maura –dice Gecé– poseía el secreto tan español de hacerse seguir, sin ser entendido, por las derechas. El mismo éxito que tuvo el krausismo entre la intelectualidad de izquierdas.
¡Cándido Méndez, que no sabe que es krausista!
Nos enfrentamos a la primera crisis del siglo veintiuno con un pelotón de mauristas que no entienden a Maura y una tropilla de krausistas que no saben que lo son.
Gecé creció melancólico y paliducho de tanto oír la palabra “crisis”.
–Desde mis primeros años tuve la obsesión de aquella temible primera plana de ABC con la fotografía de unos hombres con chistera o de uniforme, saliendo de Palacio con el “Decreto de disolución en el bolsillo” y asediados por los periodistas como moscas en torno a algo putrefacto.
Así comenzó a conocer la política española por “de dentro”.
La familia, dueña de una imprenta, vivía de las crisis.
Un día llegaba el padre: “¡Me parece que tenemos encima la crisis!” Y al siguiente, la madre: “Tu padre no viene a comer. Hay crisis. Vete a ayudarle.”
Y el pequeño Gecé corría de Ministerio en Ministerio a la caza de pedidos de besalamanos en competencia con los recomendados de cada subsecretario. Viendo de pronto abrirse una puerta y un ujier darle un empujón: “¡Quita, chico, que viene el ministro!” Y murmurar: “¡Qué majo va! Para lo que va a durar…”
Que en España duran los porteros, pero no los ministros.