PEPE CAMPOS / KAOHSIUNG
TEORÍA DE LA ACERA PARA PERSONAS DE CARRIL
TEORÍA DE LA ACERA PARA PERSONAS DE CARRIL
Con estupefacción leemos que A. R. Gallardón se lanza a la campaña electoral 2011, que tiene ganada, con nuevo macro-proyecto, la creación de la ‘M-10 ciclista’. Desde un país, Taiwán, donde la reivindicación ciudadana, si la hubiera, sería crear el ‘carril para personas’ -por ser un territorio inexistente en la viabilidad de sus calles-, se lee con preocupación tanta fiebre por tanto proyecto de carril bici a costa de un espacio -sin eufemismos, las cosas como son- robado al peatón: la acera.
El mundo puede que funcione a golpes de presión de los grupos de poder, y el mundo del ‘pedal’ o de la bici, es un lobby, es decir, un manejo. Una realidad que se apoya en el sistema consumista frente a la pobreza económica del ignaro peatón y del utópico paseante, ligados, ambos, a los módicos arreglos de zapatería, del mundo de ayer, en desaparición. En Madrid será en espera de brotes verdes, que potencien un crecimiento económico con mayor número de parados, que puedan acceder, cada uno de ellos, a una bicicleta, y así obtener la sensación de movimiento.
Estamos ante un círculo, un circuito, un carril, un velódromo, un nuevo camino.
Se nos dice que el nuevo carril bici de la M-10 estará ‘pegado a la acera’, y complementará los existentes de las ‘ciclo-calles’, para arrastrar a una codeada convivencia, una vez eliminado el bordillo, al beligerante ciclista de las aceras, al ingenuo peatón y al conspicuo paseante, todos ellos co-votantes para Gallardón, en su orden, bajo su estudio. Nos da que todo es cosa de las ‘políticas’, término colindante, ‘pegado’, a las avalanchas, a los zafarranchos, a los toques de corneta, que suena a aquello, con perdón, de ‘maricón el último’. Un mundo en plural. En superación del ayer, de lo de antes, de lo singular, de la idea o de la cuestión tomada como una 'política', de conocimiento y dominio de lo que había que hacer.
Hoy, nos hallamos ante una marcha, una progresión, una pedagogía para la igualdad, con unas políticas que gustan de la ‘invasión’.
Así se produce la invasión de la acera. Vocablo éste, todavía, definido -por el diccionario de la RAE- como: “Orilla de la calle o de otra vía pública, generalmente enlosada, sita junto al paramento de las casas, y particularmente destinada para el tránsito de la gente que va a pie”.
Según es claro, el quid se centra en el significado de ‘particularmente’, palabra elegida en su día con cierto temor, por aquello de que se podía atisbar que el gusto de lo humano es cambiante y mudadizo. Pues avanzan los tiempos y varían las costumbres. Por ello la acera ha cambiado de acera. Se ha producido un trueque de términos que tendrá que ser recogido convenientemente en nueva definición, obligada, que deberá sustituir la errada voz ‘enlosada’ por ‘encementada’ o ‘ensizada’, y modificar, en Madrid, al menos, el finado particularmente por un perenne ocasionalmente, por aquello del ocaso o finiquito de la acera o de la ciudadanía, para glorioso advenimiento de la ‘persona de carril’.
El mundo puede que funcione a golpes de presión de los grupos de poder, y el mundo del ‘pedal’ o de la bici, es un lobby, es decir, un manejo. Una realidad que se apoya en el sistema consumista frente a la pobreza económica del ignaro peatón y del utópico paseante, ligados, ambos, a los módicos arreglos de zapatería, del mundo de ayer, en desaparición. En Madrid será en espera de brotes verdes, que potencien un crecimiento económico con mayor número de parados, que puedan acceder, cada uno de ellos, a una bicicleta, y así obtener la sensación de movimiento.
Estamos ante un círculo, un circuito, un carril, un velódromo, un nuevo camino.
Se nos dice que el nuevo carril bici de la M-10 estará ‘pegado a la acera’, y complementará los existentes de las ‘ciclo-calles’, para arrastrar a una codeada convivencia, una vez eliminado el bordillo, al beligerante ciclista de las aceras, al ingenuo peatón y al conspicuo paseante, todos ellos co-votantes para Gallardón, en su orden, bajo su estudio. Nos da que todo es cosa de las ‘políticas’, término colindante, ‘pegado’, a las avalanchas, a los zafarranchos, a los toques de corneta, que suena a aquello, con perdón, de ‘maricón el último’. Un mundo en plural. En superación del ayer, de lo de antes, de lo singular, de la idea o de la cuestión tomada como una 'política', de conocimiento y dominio de lo que había que hacer.
Hoy, nos hallamos ante una marcha, una progresión, una pedagogía para la igualdad, con unas políticas que gustan de la ‘invasión’.
Así se produce la invasión de la acera. Vocablo éste, todavía, definido -por el diccionario de la RAE- como: “Orilla de la calle o de otra vía pública, generalmente enlosada, sita junto al paramento de las casas, y particularmente destinada para el tránsito de la gente que va a pie”.
Según es claro, el quid se centra en el significado de ‘particularmente’, palabra elegida en su día con cierto temor, por aquello de que se podía atisbar que el gusto de lo humano es cambiante y mudadizo. Pues avanzan los tiempos y varían las costumbres. Por ello la acera ha cambiado de acera. Se ha producido un trueque de términos que tendrá que ser recogido convenientemente en nueva definición, obligada, que deberá sustituir la errada voz ‘enlosada’ por ‘encementada’ o ‘ensizada’, y modificar, en Madrid, al menos, el finado particularmente por un perenne ocasionalmente, por aquello del ocaso o finiquito de la acera o de la ciudadanía, para glorioso advenimiento de la ‘persona de carril’.