jueves, 12 de mayo de 2011

Carne de gallina con Prozac



Ignacio Ruiz Quintano
Abc

Los problemas del espacio y el tiempo son un invento de Einstein, cuya explicación más risueña la dio Bertrand Russell en 1925:

La teoría de la relatividad consiste, en buena parte, en desprenderse de las nociones que son útiles en la vida ordinaria, pero que no sirven a nuestro drogado hombre global.

El español sobrelleva mejor los contratiempos del tiempo que los del espacio. Camba observó que, si uno queda con un amigo a las cinco y el amigo llega a las seis, no pasa nada; pero que, si uno se cita con un amigo en la plaza de Cibeles y el amigo acude al encuentro en la plaza de Neptuno, esa amistad está terminada.

¿Qué ha cambiado en España desde la República a nuestros días? Nada. En la denuncia de una organización de consumidores antifranquistas contra el Ayuntamiento de Sevilla se lee lo siguiente: “El argumento de que en una caseta privada puede hacerse lo que sus titulares quieran es inaceptable. Con él, podrían cometerse en ella todo tipo de actos anticonstitucionales, tanto homófobos como xenófobos, racistas, de exaltación del terrorismo o del franquismo, así como el consumo de drogas ilegales, tabaco, alcohol por menores y la venta de alimentos en mal estado.”

Con cambiar un par de ismos, ese párrafo vale para la Ley de Defensa de la República y para la Ley de Responsabilidades Políticas, pues lo que el español necesita en todo tiempo es tener controlado a su vecino, ahora, eso sí, con una sonrisa de eunuco feliz, como la sonrisa de Prozac, hoy exhibida por todos los gobernantes del globo.

Lo del espacio es más complejo. De ahí la perplejidad producida entre nosotros por el puntillazo de Obama a Bin Laden. Sin faena de muleta (un juicio), protestamos la estocada. Y es que, si en lugar de estar en Pakistán, hubiera estado en España, ese Bin Laden podría haber abrazado la democracia, para regocijo del columnismo de clase, presentándose a concejal de la cosa.

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