miércoles, 4 de mayo de 2011

Hambre de cuernos


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

Venimos de un 2 de Mayo raro, con Bin Laden solapándose con Napoleón, y en Madrid (si fuera cierta la versión oficial del 11-M) los hemos padecido a los dos. A Napoleón lo mató un cáncer de estómago, y a Bin Laden, una bala de Obama. Lo del cáncer de estómago me parece bien: no vamos a oponernos a los designios del Señor; y lo de la bala de Obama, también: en este mundo de cursis, lo que haga Obama, igual que lo que haga Guardiola, vale. Este mundo es de los cursis, y el siglo, de los cuernos. «El siglo del cuerno», gritó Quevedo. Las calles de Madrid están atestadas de publicidad que invita a las casadas a vivir una aventura. Sin necesidad de esa publicidad, en Madrid ya le pegaban los vecinos a lo que en el lenguaje cursi de los tiempos llaman «cruising», que viene a ser la traducción de lo que siempre se entendió por algo «rapidito y sucio». No sé si esta infidelidad inducida ocasionará un debate moral como el del matarile a Bin Laden. En pura psicología, yo lo que veo es una verdadera hambre de cuernos, y los toros son su mejor reflejo. En los toros, fuera de Madrid, no se ven cuernos. Y la gente va ahora a los toros a lo mismo que antes iba a los billares: a ver posturas. ¿Y luego? Luego, al «cruising». Te cogen, al parecer, en los urinarios, y las veces que no ha entrado el toro al caballo te caen a ti al relance...

Seguir leyendo: Click