José Ramón Márquez
Decían que la Ciencia sería el motor de la economía. Decían que la I+D+i sería el causante de la creación de un nuevo modelo productivo basado en la excelencia, en vez del malhadado ladrillo. Eso decían cuando Martínez A. le tenía comido el coco a Zapatero y le susurraba en las tardes apacibles de Moncloa, cuando todo era talante y armonía, la letanía ésa que pone en la etiqueta del Anís del Mono: ‘Eres el mejor, la Ciencia lo dice”.
Bueno, pues ahora, con los cuatro millones de parados, con Martínez A. fuera del País de Nunca Jamás, con el agua al cuello, anuncian que el CSIC reducirá en un 20% los contratos de nuevo personal el próximo año, o sea, reducir en unas trescientas las becas y contratos que el Consejo ofrece a predoctorales, a doctores y a personal técnico. En dinero contante, estima el presidente de esa institución que desde 2008 han perdido 180 millones de euros de su presupuesto y que para hacer frente a los recortes piensan en medidas tales como paralizar todos los proyectos nuevos para construir o ampliar centros de investigación.
Creo yo que lo primero que habría que hacer para cambiar el modelo es investigar un sistema para que la ciencia devengase comisiones, convolutos, jamones, autos de alta gama y demás, porque parece que eso es lo que hacía eficaz el anterior sistema, que a ver como le explicas tú a un concejal lo de las publicaciones en Nature.
Y hablando de ciencia, este año tampoco le han dado el Príncipe de Asturias de nada a Margarita Salas y a su simpática mascota el bacteriófago, pero de esto hablaremos otro día.