Wuala Wuara,
le juro que no quiero ni saber
si en Cochababamba ha empezado ya a llover.
Wuala Wuara / Alcides Aguilar
le juro que no quiero ni saber
si en Cochababamba ha empezado ya a llover.
Wuala Wuara / Alcides Aguilar
LA ESPERA
¿Alguien ha oído hablar de la soledad del portero ante el penalti?
No es nada al lado de la de Gallardón ante la sirena varada de Copenhague, cuna de Kierkegaard, como a Cobo, el vicealcalde madrileño, le gusta recordar.
Dicen los expertos -un experto es cualquiera que no sea de la ciudad- que la tortura de Kierkegaard es una herencia del padre que su escritura hace migajas: esas migajas son la angustia. Entre Cobo y Kierkegaard, Gallardón, que se ha teñido las cejas que lo hacían parecerse al marido -Copito de Nieve- de Celia Cruz, es hoy un fue, un es y un será angustiado que, en efecto, no quiere ni saber si en Cochababamba (¿o se dice Copenhague?) ha empezado ya a llover.
Ignacio Ruiz Quintano
¿Alguien ha oído hablar de la soledad del portero ante el penalti?
No es nada al lado de la de Gallardón ante la sirena varada de Copenhague, cuna de Kierkegaard, como a Cobo, el vicealcalde madrileño, le gusta recordar.
Dicen los expertos -un experto es cualquiera que no sea de la ciudad- que la tortura de Kierkegaard es una herencia del padre que su escritura hace migajas: esas migajas son la angustia. Entre Cobo y Kierkegaard, Gallardón, que se ha teñido las cejas que lo hacían parecerse al marido -Copito de Nieve- de Celia Cruz, es hoy un fue, un es y un será angustiado que, en efecto, no quiere ni saber si en Cochababamba (¿o se dice Copenhague?) ha empezado ya a llover.
Ignacio Ruiz Quintano