...El ridículo que el señor Guillén [Alberto] hace recaer sobre casi todos sus interpelados, mana de la desproporción entre las pretensiones y la realidad, entre las promesas y los frutos, entre la bambolla o el engreimiento de muchos y la endeblez de su obra...
Cuando el señor Guillén [Alberto] llegue a conocer a fondo a sus colegas españoles, verá que, si muchos son fútiles y parlanchines, pocos tienen verdadera mala intención. Si participan en el infantilismo que aqueja a nuestro pueblo, y andan por ahí algunos engreidillos con sus descubrimientos, es, más que nada, por falta de mundo; pero son buenos, y muy campechanos, demasiado campechanos, y quien pretende ser satánico pasa los mayores trabajos del mundo, porque esta vida que llevamos en Madrid, tan sana y tranquila, tan sin quebraderos de cabeza, es el antídoto de la corrupción, de la perversidad. Lo verdaderamente feo es el vicio de disimular la opinión íntima, alabando en público lo que en privado se zahiere. Quisiera disculpar ese extravío como prevención necesaria para vivir en este pueblo tan chico...
Comentario de Manuel Azaña a La linterna de Diógenes, del peruano Alberto Guillén
Ave del Paraíso Ediciones, 2001
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Azaña estaría orgulloso de mí
César Antonio Molina, escritor, en ABC
César Antonio Molina, escritor, en ABC