lunes, 26 de febrero de 2024

Los enérgicos y los honestos

 


Gol anulado al Real Madrid en la Final de París, 2022


Ignacio Ruiz Quintano

Abc


El Madrid fue recibido en Leipzig a empujones, que es como fue recibido siempre en Alemania, de donde siempre se traía un saco de goles endosado por un equipo de energúmenos, en su etimológico sentido de seres dotados de grandes chorros de energía. Después de todo, el Leipzig se debe económicamente a una bebida energética, y lo menos que se les podía pedir a sus futbolistas era energía.


Como el Leipzig del otro día era el Bayern de toda la vida, hasta que los señoritos muniqueses, en un “¡sujétame la cerveza!”, ficharon a Guardiola para implantar en aquel río de leones el metrónomo del tiquitaca, la sardana del fútbol. ¿Que qué es una sardana? Por Camba sabemos que a primeros del siglo veinte algunos naturales del Ampurdán acostumbraban reunirse los domingos en cierta calle de Barcelona para bailar… la sardana, y los barceloneses, dice, se morían de risa contemplando el espectáculo de su futuro baile nacional. La sardana, desde luego, es baile de conjunto, con movimientos y compases de ejercicio militar, pero sin ese casco con pincho del militarismo alemán, y el Bayern, privado de alma, desapareció del escenario.


¿De dónde proviene esta falta de energía de las generaciones que nos suceden? –pregunta Schmitt a su amigo Jünger en una carta.


Un alemán sin energía es como un español sin abono para San Isidro. El tiquitaca guardiolés (el de Luis Aragonés era otra historia) descansa en una idea de energía sutil, como el tai-chi, donde el chi es “una suerte de esencia fundamental del universo que se mueve de dentro afuera”, o sea, el fútbol limpiaparabrisas.


El caso es que a la energía física del alemán se opone la energía mental del Real Madrid. Que a eso se refería Churchill cuando en la Costa Azul le dijo a Alfonso Paso, que era atlético: “Hay dos cosas que los ingleses nunca podremos tener: una es el Mediterráneo, y la otra, el Real Madrid.” Churchill fue un gran “energista” (técnicamente, “energúmeno”), y su admirador Boris Johnson, ahora dedicado a propagandista de guerra para animar a los ingleses a alistarse, no sabría decir si la energía mental churchilliana (como la energía madridista) es algo psicológico o fisiológico.


¿Estaba dotado Churchill de un proceso superior de combustión interna?


Los interesados en esta materia pueden bucear en la filosofía cinética de un alemán de los de casco con pincho, de nombre Sloterdijk.


Energía y casco con pincho sacó el Leipzig en Champions, que con el pincho del casco le hizo, minuto cinco de un martes y 13, un gol al Madrid, anulado por un fuera de juego que desató un “boom” regeneracionista entre los comentaristas de la TV, que dedicaron el resto del partido a dar fe de su honestidad.


Tenemos que ser honestos –repetía Mateu, el árbitro que se arrodillaba en los campos por el BLM.


El Leipzig chorreaba energía y el Madrid se la sacudía como podía, pero el locutor, el mismo que llamara cien veces “valiente” al noruego Ovrebo en la eliminatoria del Chelsea-Barcelona en Londres, decía, “honestamente”, que el bosnio Peljto no había sido valiente. A la hora de retransmisión, uno veía ya en el bosnio Peljto al danés Sorensen que arbitró el España-Yugoslavia del Mundial de Naranjito en el 82. ¡Qué bárbaro! Los yugoslavos, que tan bien nos caían, por sus deportistas venidos a España, de los españoles recuerdan aquel partido del Mundial y los vuelos de Solana en el 99.


Para ser honestos, Toño… –insistía hacia el minuto 80 el Homero de la Edad de Oro Culé, que no sabemos si sabe que la honestidad se ocupa de las cosas de la cintura para abajo, porque de las cosas de la cintura para arriba se ocupa la honradez.


Honestidad es la de Julio César, cuando al verse apuñalado en el Senado, viendo que no podía evitar la muerte, se dejó caer en el suelo, y con la vestidura imperial se compuso de tal manera que después de muerto lo hallaron tendido… “con mucha honestidad, cubiertas las piernas y demás partes que podían ofender a la vista”. Luego está la honradez, que sería la del Perales de Pemán, que veía en la blancura su símbolo, y decía:


Porque en mi casa, otra cosa no habrá, pero se come con manteles limpios


Volvemos, pues, al poeta Bartrina (natural de Reus, no vayamos a decir), que sentenció: “Oyendo hablar a un hombre, fácil es / acertar dónde vio la luz del sol: / si alaba a Inglaterra, será inglés; / si os habla mal de Prusia, es un francés, / y si habla mal de España, es español.” Razón por la cual en la TV, Iván Helguera (chaqueta abrochada, sentado) dio gol, y Titi Henry (un francés en Inglaterra) dio fuera de juego.


Y de la noche, martes y 13, de Leipzig, cuna de Leibniz y Damasco del honesto Mateu y su cuadrilla, al mediodía, mañana, de Vallecas, cuna de Policarpo Díaz y palenque de Isi Palazón, el paisano de Camacho.



"Tenemos que ser honestos..."


“GANAR ALGO”

En El Álamo culé vuelan las bandejas de canapés, y Deco, que hace de Oppenheimer, declara en “Nascer do Sol” (¡oh, justicia poética!) que hay que cambiar de estilo porque el ADN guardiolés está agotado. Su Proyecto Manhattan pasaría incluso por Mbappé. Cómo será el ambiente que el polaco Lewandowski, la estrella de la Xavineta, declara a su edad que este año, “al final, vamos a ganar algo”, como si supiera de la amnistía más de lo que los demás podemos figurarnos. Qué maravilla.


[Sábado, 17 de Febrero]