Ignacio Ruiz Quintano
Abc
El 83, primer Año del Cambio, las revoluciones corrían que se las pelaban. En febrero, Rumasa: “Tó p’al pueblo”, que dijo el hermano de Juan Guerra. En abril, en la TV única, y en horario infantil, Las Vulpes, con “Quiero ser una zorra”: (era un cambiazo: la zorra de Las Vulpes por el perro de The Stooges). Y en mayo, en San Isidro, el zambombazo de Paco Ojeda, que nadie ha vuelto a torear “ahí”.
–¿Quién fue el lumbreras que decidió poner una bandera (española) en el canal público infantil? Dejen a los niños en paz –tuiteaba ayer un tal Évole.
Quien decidió poner a Las Vulpes (“Quiero meter un pico en la polla / A un cerdo carroza llamado Lou Reed. / Me gusta ser una zorra”… Etcétera) en el canal público infantil del 83 fue Carlos Tena, un señor de Burgos que luego se jubiló en Cuba. En mayo las presentaron en Rock-Ola, y fue un petardo. No había vuelto uno a saber de ellas hasta el otro día, por boca de Cristina Morales, ganadora del Injuve y del Nacional de Narrativa, a quien el periódico de las élites presenta como la nueva Hannah Arendt. Morales ve en Las Vulpes el “claro del bosque” heideggeriano:
–Ser una puta, no tu puta o hacerme la puta, sino serlo.
Y como el lenguaje, dijo el filósofo, es la casa del ser, Morales dice que por eso ella mete en su obra el “lo” delante: “lo mujer”, “lo puta”.
No es lo único que mete en sus novelas. En “Los combatientes” metió, como propios, los discursos del teórico del fascismo español, Ramiro Ledesma, y gustaron tanto que el PP le dio el Injuve.
–Al recoger el premio estuve a punto de desvelarlo, pero pensé que eso correspondía a los críticos y a los lectores.
Ledesma tuvo de Desmoulins, el Cicerón tartamudo de la Revolución francesa, no tolerar su suplicio: “Se agarró al cuello del ejecutor en la carreta, y llegó al borde del abismo ya medio destrozado”, leemos en las “Momorias de ultratumba”.
La creación suprema de Morales, la que más gusta, es Nati, “un personaje que la tiene tomada con los fachas”.