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Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Ancelotti, que ya tenía un bien ganado prestigio como gestor de egos, ahora se consagra como gestor de centrales, lo que demuestra que ve el fútbol como nadie (¿quién, no siendo Ancelotti, se va a entretener estudiando centrales?), y después de tirar a la lona al equipo de las lonas, dijo en rueda de prensa, ese invento de don Eduardo Dato:
–Vinicius es el mejor jugador del mundo. Y Bellingham, el segundo…
Declaración que hay que oír con La Oreja de Van Gogh (“Te voy a escribir la canción más bonita del mundo / Voy a capturar nuestra historia en tan solo un segundo / Y un día verás que este loco de poco se olvida / Por mucho que pasen los años de largo en su vida”…), aunque estábamos en lo de la lona con el equipo de las lonas, ese capricho catarí que maneja parné, como dijo el propio Ancelotti, cuando le preguntaron por las lonas gerundeses en el callejero madrileño.
Una: “Cuando el currículum no lo es todo”, que parece el lema de los consejos de ministros del sanchismo. Y otra: “Hay estadios con techo. Hay equipos sin”, que busca convertirse en el lema subversivo del sintechismo antimadridista, ese tabarrón de la cubierta puesto en marcha en el derbi por el vecino colchonero, que se diría fundado por Anatole France (“Todos los pobres tienen la libertad de morirse de hambre bajo los puentes de París”) y no por unos ricos hombres de Bilbao como filial del Athletic, malentendido que diera lugar estos días a una trifulca “familiar” en torno a si se ha de decir Athletic o se ha de decir Bilbao. En el Atlético no quieren pasillos, que le resultan humillantes, y tampoco quieren techos, que hacen de menos a sus futbolistas.
El equipo de las lonas, decíamos, tiene el ingenio publicitario de su hijo más preclaro, Dalí, para quien la cadera de Gala era el principio y el fin de todas las cosas, y cree haber hallado a su Gala en la cadera de Miguel Ángel Sánchez Muñoz “Míchel”, que vino al Bernabéu a jugar como su padre, el City, con Eric García, aquel Manolo Escobar que creyó gafar a Vinicius con un insolente “¡Eh, tú! El año que viene, Balón de Oro!” El partido de Vinicius podría explicarse con ese karma, pero no. Resulta que Vinicius, para uno (y para Ancelotti, que es lo que cuenta), es el mejor jugador del mundo, y con eso tapa la boca del pipero común que acostumbra a dárselas de finolis diciendo “Rodrygo, mejor que Vinicius”, porque Rodrygo es jugador de salón y Vinicius es jugador de calle, con la alegría y el personalismo que sólo da la calle, la “sociedad desescolarizada” que Ivan Illich predicó en los 70 en su alegato contra las escuelas. La escuela, que ya mató la tauromaquia, ha matado el fútbol, con ese profesorado de veteranos resabiados enseñando a los muchachos todos los trucos malos del oficio.
El secreto de Vinicius está en ser un futbolista anacrónico. Vinicius es (en brasileño) como la calle de Neville bailando en el hipogeo de Florentino, a quien a lo mejor iba destinada la declaración de Ancelotti: “Vinicius es el mejor jugador del mundo. Y Bellingham, el segundo”. Lo que deja a Mbappé, como máximo, en el tercer lugar, aunque cueste un Perú. ¿Y si Ancelotti no quisiera a Mbappé? ¿Y si Mbappé viniera a alterar la felicidad que reina en el arrecife ancelottista?
–Quiero jugar con Mbappé –dijo, mosca, Rodrygo.
Si llegara Mbappé, ¿quién saldría, Vinicius o Rodrygo?
–Ojalá el presi me deje aquí mucho tiempo –dijo, por si las moscas, Vinicius.
Rodrygo es el gato que, o está triste, o está azul. ¡Benzemá nunca perdonó a Mourinho que lo llamara gato! “Si no tienes un perro para ir a cazar y tienes un gato, pues vas con el gato, porque solo no puedes ir”, había dicho el entrenador. Y el jugador admite que cuando se vio de gato se le fue la olla y perdió el respeto al entrenador. Por eso todos rieron cuando Ancelotti, para “explicar” el mundo de Rodrygo, dijo: “Si le dices a alguien ‘piensa en todos los animales menos en el gato... lo que hace es pensar en el gato’.” En su gol a la carrera y como de rabia al equipo de las lonas Rodrygo obró como un Benzemá pensante (en Mourinho), y por eso se pidió jugar… con Mbappé, que no irá al Barcelona porque Laporta, al decir de Deco, no quiere cambiarlo por Araújo o por De Jong. O por cualquiera de los diamantes de la cantera, que ya no sabes si te hablan de La Masía o de la mina de Jwaneng en Botsuana, aunque luego ninguno sea titular en la Xavineta que sale a disputar la “competición adulterada” (Xavi) que de momento lidera el Madrid, a partir de ahora sin Bellingham, lesionado, lo que obliga a Ancelotti a improvisar genialidades a lo Cruyff. ¿Cuál es la principal virtud de Manolo? ¿El desmarque? Pues no lo marcamos, y punto. Después de lo de Tchouaméni y Carvajal para parar, con éxito, al mejor ataque del campeonato (desde luego, no somos la Premier), todo es posible mañana, martes y 13, en Champions.
UN ONCE SIN MESSI
Ricardo Izecson dos Santos Leite, Kaká, lo ha hecho: un once histórico sin Messi, que es una forma de darle una patada al tinglado publicitario mundial, que lleva un cuarto de siglo vendiéndonos la moto. En el once de Kaká, Messi no da ni para centrocampista (Iniesta, Zidane y Pirlo) ni para atacante (Ronaldinho, Ronaldo y Cristiano Ronaldo). Es una decisión de Kaká que me reconcilia con su recuerdo, echado a perder con el penalti que falló en las semifinales del Bernabéu contra el Bayern.
[Lunes, 12 de Febrero]