Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Las elites contemporáneas son infinitamente más degeneradas y corruptas que las de 1789. Pero los pueblos también. Y por eso hoy no hay Bastillas: las revueltas francesas de chalecos y tractores sólo son performances de un sistema patocrático gestionado por agenderos del milenarismo 2030. María Antonieta conocía el pudor; Macron carece de escrúpulos, lo que hace de él el bajito más indicado para dirigir lo que el realista Mallet du Pan llamó el “circo populista”:
–El pueblo siempre imbécil, viendo nombres ligados a las nuevas plazas, un cuerpo legislativo, un directorio y unos ministros, cree tener un gobierno, y un gobierno constitucional.
No es serio viajar en tractor a Bruselas y regresar al pueblo sin la caída de la Comisión garantizada en un papel de barba. Esto sólo sirve para excitar el celo totalitario de frau Von der Leyen, a quien nadie ha votado, pero que suscribe la indignación elitista del 89: “¡Cómo! ¿Tenemos carroña y no encontramos un sitio en el mundo en que podamos devorarla en paz?”
Una vez exiliado en Londres, José sostenía que su hermano Napoleón “fue lo que su tiempo y la nación quisieron”. Y decía que hubiera sido Trajano en Roma, Washington en América o Carlomagno en el siglo VIII, premio con que el siglo XXI ha distinguido… a Macron, gamberrada que nos lleva al célebre párrafo de Marx en “El 18 Brumario”: “Hegel observa en alguna parte que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal acontecen, por así decirlo, dos veces. Olvidó añadir: una vez como (gran) tragedia, la otra como (miserable) farsa... ¡El 18 Brumario del idiota en lugar del 18 Brumario del genio!”
Y España, ¿qué? ¿Otra vez a verlas venir? Trevijano era de la teoría según la cual lo mejor del pueblo español se echó a perder, con toda su carga genética, en las trincheras del 36, y que aquí todos somos un producto de recuelo. Pero antes del 36 Ortega ya hablaba de la “anemia vital” del pueblo español, hipótesis sobre la que construiría luego su nefasta “España invertebrada”: no vivimos mal porque ejercitamos una mala política, sino al contrario, nuestra irrisoria política es consecuencia de nuestra “anemia vital”. El pueblo español, dice, no era hoy conservador y mañana liberal. Se parecía a los dos partidos turnantes, de los cuales ni el conservador era conservador, ni el liberal, liberal. “No son dos partidos de ideas distintas, sino dos grupos de personas diferentes”. Hasta que se cansó, y quiso aspirar a mutaciones más sustanciosas.
–El alma española no tiene todavía fuertes ideales históricos, pero ya comienza a poseer claras nociones económicas –escribía en el 18.
Del 78 no recuerda uno al pueblo español luchando en la calle por la libertad (la Santa Transición se hizo con trece compañías de antidisturbios, le tengo oído a uno de sus personajes), pero sí recuerdo a todos sus hijillos luchando en las cucañas políticas por el trinconeo (que no anemia) vital.
[Martes, 6 de Febrero]