miércoles, 14 de febrero de 2024

Hughes. Leipzig, 0; Real Madrid, 1. Brahim en la noche de Karl Martinen


@realmadrid


HUGHES

Pura Golosina Deportiva



Las personas más o menos normales recordarán el partido por el gol de Brahim, al que luego iremos. Otras, las personas con el trastorno antimadridista, se habrán quedado en la jugada del minuto uno; un gol del Leipzig que fue anulado, como se anulan tantos goles. Sin embargo, éste tuvo algo especial. El narrador de la televisión española que retransmitía el partido, Carlos Martínez, en adelante Karl Martinen, no pudo entender la anulación -bastante fácil con algo de buena voluntad y con fijarse en lo que sucedió con el portero- y se pasó toda la retransmisión hablando de eso. Ni en los canales de la mayor alemanidad hablarían tanto de esa jugada, por lo demás poco protestada, como habló Karl Martinen, su amigo y lacra generacional Maldonaden y el resto del elenco.



El Elenco


Hubo en los primeros minutos algún susto más del Leipzig. Ellos ponían todo su pressing e ilusión, mientras el Madrid afrontaba el partido con cierta tibieza liguera. Era Europa, sí, pero no era del todo Europa...


Esos intentos alemanes sirvieron para calentar a Lunin, con su fino cuerpo hecho de espárragos.


Vinicius apareció en el minuto 18, encendido por Brahim, y Tchouameni (central) pasó por algún problemilla con el nueve de ellos, Sesko.


El Leipzig era directísimo, muy rápido en buscar la contra y el Madrid respondía con contra-contragolpes. Empezaba a brillar Camavinga, proyectándose por delante de Kroos. Le daba al mediocampo del Madrid toda su plasticidad. Sin Bellingham había un vacío constructivo y también un gran espacio que ocupó él. Otro partido sobresaliente. El valor del jugador es incalculable: lateral, pivote, interior, mediapunta...


El Madrid comenzó a venirse arriba. Primeros destellos de Brahim. Y acabó la primera parte con un pase buenísimo de Vinicius a Rodrygo, que casi llega, y con Tchouameni haciendo ya cortes de zaguero.


Tras el descanso, el Leipzig salió redoblando la velocidad, pero el Madrid comenzó a desarrollar ese fútbol suyo que es muy tocado pero sin sistematización aparente. Se ve que, por ejemplo, raramente pegan patadones al aire. Combinan, pero combinan sobre triángulos dados, geometrías establecidas algunas veces; sobre sociedades personales y, junto a eso, mediante un fútbol amical, una asociación simpática de futbolistas que se van entendiendo, conociendo, queriendo incluso en la frecuentación. El Madrid disfruta así, se van desencadenando Camavinga, Vinicius, como bailarines de street dance que se dieran la vez y fue cuando empezó a notarse ese dominio rítmico de la pelota (insisto: no basado en frías geometrías sino en afinidades y simpatías) cuando llegó el golazo de Brahim.


Pero qué decir. Mejor callar. Se dio la vuelta, se fue así del marcador, barrilete otaku, y ya de frente burló a uno, a dos, mientras trazaba la diagonal preceptiva, como un satélite que diera vueltas siguiendo a su vez la órbita señalada; y al llegar al trance del portero, todos lo sabíamos, lo sabía con seguridad cada espectador, Brahim sacó su zurdita y la colocó al palolargo, llena de finura la pelota, como si concentrara en su sino la perfección anterior. Un gol hecho por él, enteramente autárquico, que había apuntado ya contra el Atlético en aquel caño a Hermoso. Un gol en unas distancias y magnitudes propias de Messi, pero con más delicadeza y acuidad que potencia. Un fútbol más cristalino. Messi fue comparado con un perro, era como un perro jugando a velocidades y alturas inhumanas, pero Brahim es más bien alguien que juega con un perro. No es exactamente "fútbol de calle" como dijo Karl Martinen, sino del que juega con una mascota, fútbol de parque o de pasillo. En la primera parte se vio. Se queda quietísimo antes de arrancar. Congelando su cuerpo como si quisiese engañar a algo más perceptivo que un rival, que un niño, que un rival de la calle. Brahim parece que se quiere zafar de su propio perro y busca un engaño aun mayor, un gambeteo en otra frecuencia.


Ese gol de Brahim, que no he visto aun repetido (una pena antes de escribir estas pobres líneas) le pone en la historia del Madrid y justifica el amor que ya le declaramos. Esperaremos ya siempre lo mejor de él. Ver a Brahim es divertido, su juego tiene un aire de travesura, de ingenuidad, de la mejor puerilidad. En este momento en el que muchos quieren pervertir a los niños con cosas de adultos, Brahim se y nos infantiliza. Es tan así que al acabar el partido no podemos pensar que le espera una mujer, una WAG, sino una madre. ¡Ese fútbol sólo merece un bocadillo de nocilla dado por la madre envuelto en papel de plata de los que sirven para hacer figuritas de copitas de Europa!


Tras el gol, el Madrid tuvo unos minutos de mayor control del juego y del balón y pudo marcar. Hubo otro pase genial de Vinicius que falló Rodrygo y un chorro de contragolpes desperdiciados. Ya el otro día vimos que el Madrid contragolpea mal o de una forma ansiosa. Es como corriera más de lo que puede, como si tuviera que adaptarse a su nueva velocidad. Su rapidez le deja ante una nueva situación de opulencia. Son tantas las opciones que los jugadores colapsan. ¿Qué hacer? Tiene el Madrid más fútbol del que ahora mismo sabe procesar (quizás aquí entra la figura del 9).


La segunda obra de arte llegó en una de estas jugadas. Una larga conducción de Brahim que cedió a Vinicius: un regate y colocación al palo con el exterior. Dos acciones: una y dos; regatazo raro (que también debería verse de nuevo porque no fue un regate normal) y un exterior alargado que dio en el palo, con una flexibidad cuca de cuando Vinicius recuerda a Romario.


Brahim messifica, Vinicius romariza...


Vinicius intentó esos otros regates suyos que son un simple balón a la carrera, un "te gano a correr", un reto de niño, como dos de Verano Azul corriendo en la playa...


Ahí se ve su nobleza, cuando lo pone todo y es superado y regresa sin más al punto Sísifo de partida con el ánimo intacto.


¿Cómo se puede odiar a este jugador que es la mayor felicidad del fútbol? Vivimos rodeados de gente rara...


Las iteraciones de Vinicius con su rival, su lateral, son pugilísticas más que futbolísticas. Son un empecinamiento sucesivo que adopta todas las formas: carreras, caños, tacones, punteras, exteriores, croquetas, autopases, bicicletas, hombrazos, colas de vaca...


En fin, callo ya. Pero creo que este futbolista está despertando el fútbol de un largo bache técnico. Está devolviendo un fútbol reverdecido, florecido de formas técnicas, como un ecosistema él solo, como una selva desplegada que quisiera contenerlo todo, salvarlo todo del cerocerismo cholista 'nilificador', de la desaparición: flores raras, especies en vías de extinción, papagayos fosforitos, tigres de Sumatra...  y por eso a veces, cuando más caprichoso parece, en los momentos más palpitantes de la segunda parte, Vinicius hace arqueología o folclorismo: rescata del olvido o intenta cosas contadas, quizás solo imaginadas...


Vinicius es una enciclopedia técnica andante. Es un Linneo del regate.


Por eso la estupefacción (esa estupefacción que deprime, que mata un poco por dentro) cuando el comentarista Álvaro dijo "¿qué hace Vinicius?" al ver al generoso genio retirar un objeto que le habían lanzado.


El partido se fue animando de nuevo, se salió del 2-0 para acercarse al 1-1, y ahí estuvo Lunin, firme o quizás no tanto como firme, pero sí en su sitio.


El Leipzig movió el banquillo pronto. Pero era el minuto 80 y Ancelotti no había hecho el primer cambio. En el 81, vaya, se lesionó muscularmente Brahim.


Bellingham, Brahim... que ahora la rompiera Guler sería lo madridista. Es decir, lo natural.



@realmadrid