Una voz algo malintencionada le tilda del “rocarrey de los pobres”, pero la verdad es que en esta difícil faena con el toro más complicado de la tarde Leal se muestra solvente y su tarea no es de las que incomodan
JOSÉ RAMÓN MÁRQUEZ
Hoy que tenemos a don Renné de servicio en la cosa caballar nos viene perfectamente al pelo para que nos haga el favor de explicarnos, él que sabe de caballos, cómo es posible que los de picar sean tan grandes en Las Ventas, que no hay día que no nos hagamos cruces al ver esas montañas de carne que salen con sus faldillas cada tarde a cantar el temario del tercio de varas. Sin ir más lejos, esta misma tarde salió el tordo ése enorme que parece la copa nevada del volcán Popocatépetl, que se ve por encima de las nubes cuando aterrizas en Méjico, y sus otros compinches de cuadra, lo mismo. Caballo grande, ande o no ande, dirá el contratista y lo mismo los alpinistas del castoreño que se suben a esas cimas, a esos inexpugnables K2 desde los que se ve al mundo chiquitito desde lo alto.
Y ya que estamos con don Renné, vaya también un saludo a los esforzados veterinarios, a los que sus esposas acompañan a los toros para que no se despisten y para velar por su conveniente descanso de tantos trajines, líos de corrales y sistema de equivalencias de los pesos entre los que ofrece la báscula de la Plaza y esos mismos pesos en diversos planetas del Sistema Solar. Y otro recuerdo especialísimo al veedor de ojillos achinados, a ese Aramís Fuster del toro que vio de manera clarísima que la corrida que no se iba a mover era la que tenía que ir a las manos de Urdiales, Roca Rey y Ginés Marín y la que tenía posibilidades de triunfo es la que tenía que darse hoy con Juan Leal, Joaquín Galdós y Rafael González. A ver si el veedor nos hace el favor de aventurar el número del Gordo de Navidad para no comprar ese número.
Se cumplía hoy la tercera comparecencia de Fuente Ymbro en Las Ventas en lo que va de año, dos en forma de corridas de toros y una de novillos. Como la cosa queda algo coja vista así, ya nos están anunciando una novillada de Fuente Ymbro para el día 28 de este mes, y así ya se pueden redondear las veinticuatro bocas que se retiran de la nómina de Los Romerales en la cosa de la nutrición en los seis primeros meses del año en curso, que estos bichos comen un montón y la cosa anda muy achuchada. Lo mejor que nos traen los Ymbro es que nos permiten volver hoy a reiterar, por si alguno no se había enterado, que hay gente muy despistada, que Juan Pedro Domecq y Núñez de Villavicencio compró a principios de 1930 la ganadería del Duque de Veragua. El tercero de los tres diestros antes citados que componían la terna de esta tarde, Rafael González, de Madrid y sin parentesco conocido con Machaquito, venía a tomar y a confirmar la alternativa.
Como nota simpática y antes de ir a lo negro señalaremos que en el burladero de ganaderos se hallaba aposentado el Iggy Pop de Bilbao, el Perro Afgano de Vista Alegre, que lo mismo se ha metido ahora a ganadero por un día o que lo mismo se habría hartado del palco de las marquesonas y se decidió a buscar un asiento donde pudiese echar la tarde sin que alguien le distrajese el sopor del almuerzo en El Paraguas. Los de Bilbao somos así.
Pardillo, número 47, era el toro señalado para la alternativa y la confirmación de Rafael González que se da bajo dos premisas muy notables: la condición del toro apta para el toreo, con su pequeño toque de picante como para no ser la cabritilla del cuento, y la voluntad de González de ser uno más como todos los demás. El resultado del planteamiento de González, lo que él opone a las condiciones del toro es el TíoVivo de cada tarde, hasta que el animal le pega una colada en la que el diestro pierde una zapatilla. Luego opta por una cercanía acaso más cercana de la que el toro demanda, agobiándole y ahogándole. En el final por bernardinas, es cazado por el toro en la cuarta que le pega, saltan hasta diez personas a la arena a auxiliar al neófito y cuando éste intenta cuadrarse para matar se cae al suelo ante el toro, dando muestras evidentes de que no debe permanecer en el ruedo. Pincha al toro y se forma una especie de capea que a nada conduce, con muchos en los tendidos pidiéndole al torero que se vaya a la enfermería, cosa que finalmente hace. Juan Leal se encarga de despachar al toro de una estocada trasera buena de ejecución.
Ya nos imaginamos por las trazas de lo visto que la tarde se va a quedar en un mano a mano entre Juan Leal y Joaquín Galdós. Sale Organillo, número 84, que acude con bríos a la montaña de carne y faldillas comandada por Vicente González para dejarse pegar y vuelve a entrar con alegría a lo mismo. Marc Leal se luce en el primero de sus atléticos pares, y en el segundo hace nones. Comienza su labor Juan Leal de rodillas en el platillo y, como suele pasar siempre que se ponen de rodillas, se luce. Luego de pie la cosa ya cambia, porque empieza a agobiar al toro. Algo no le cuadra, porque cambia de muleta para volver a lo mismo y después cambia el terreno del toro de los medios al tercio. Ahí, toreando al natural, aguanta impávido un espeluznante parón del toro, le toca y resuelve el muletazo con un valor seco y una templanza digna de un eremita del siglo VI, que rinde al toro a la muleta del francés, asida por la mano de los billetes. Da la impresión de que Leal lo que quiere es estar en las proximidades del toro, acaso ahogando un poco la embestida, pero aun así saca una estimable serie con la derecha y al comenzar otra, pierde la muleta. Aprovecha para volver a su intención de arrimarse mucho al toro y desde ahí saca un hondo natural aguantando mucho. Faena basada netamente en el valor la del arlesién, que culmina con estocada trasera entera ejecutada con un saltito. El público aplaude al toro en el arrastre y el policía Sanjuán saca el trapo blanco de la oreja.
Ahora es el turno de Galdós, que se va a encontrar con el castaño Informador, número 63, que entra con buen son al dromedario de Romualdo Almodóvar, que agarra una buena vara. Tras un quite por espaldinas de Leal, viene la cosa de la muleta que comienza con Galdós doblándose con Informador y luego con sus pases por la derecha y por la izquierda, con un susto al quedarse descubierto y con más de lo mismo. Por abreviar digamos que lo de Galdós con Informador era como ver en el Congreso el discurso de uno de esos del Grupo Mixto. Media estocada tendida tirando la muleta y tres descabellos es el balance toricida. El toro se merecía a alguien que le diera más fiesta.
El cuarto nos trae recuerdos de tantos veranos en Ibiza. Ibicenco, número 131, jabonero del mismo color que las arenas de Cala D’Hort, de cuando Cala D’Hort tenía aquella arena llena de bacterias, es un espantoso jabonero sucio, muy sucio. Vaya capa más fea, con la manía que uno le tiene a esa capa jabonera, si yo soy ganadero no traigo eso a Madrid. Ibicenco va por tres veces al caballo cumpliendo en las dos que le pegaron, que en la tercera se fue él porque le dio la gana. El toro se abre paso por la vida a cabezazos y Leal le va sacando los medios pases de uno en uno poniendo sobre la arena de nuevo su valor. El toro escarba y se echa a por la muleta a oleadas, vuelve a escarbar, vuelve a pensárselo y ahí está siempre el seco coraje del francés que va domando al toro entre cabezazos y algún inevitable enganchón, pero que acaba ligando los muletazos. Una voz algo malintencionada le tilda del “rocarrey de los pobres”, pero la verdad es que en esta difícil faena con el toro más complicado de la tarde Leal se muestra solvente y su tarea no es de las que incomodan. Bien es verdad que el toro no está buscando al hombre tras de las telas, pero también es verdad que el hombre pone en marcha su sistema para hacerse con la voluntad del toro, para labrar un toro que no valía nada. El final es de arrimón e inevitablemente ya está Leal por los aires. Media atravesada con el mismo saltito que antes basta para echar al suelo a este Ibicenco, mientras la gentil doña Rocío, la alguacililla, da unos suaves golpecitos en la barrera con su fusta para reconvenir a los peones que hacen la rueda.
Perdigón, número 68 es el último de la tarde para Galdós. Se va suelto de las dos varas. En ambas entradas Oscar Bernal agarra sus buenos puyazos y con eso podemos dejar el asunto Perdigón, porque Joaquín Galdós, si estuvo, no se le vio.
Con el número 188 en las costillas sale Labrador a la palestra y se abalanza alegremente y por su cuenta hacia la tonelada equina desde los medios, apretando lo suyo y eso que Sandoval le tapa la salida. La segunda vez se abalanza también por su cuenta desde el tercio. Comienza Leal su faena con dos pases cambiados en los medios, sigue con la derecha y al tercero le quita la muleta el toro. Este toro se gasta otro aire y da más impresión de estar cavilando en coger al torero, avisando de sus intenciones. Juan Leal vuelve a poner sobre la mesa su valor y su tendencia a las cercanías. Hace el invertido, que este año apenas lo estamos viendo, y vuelve a proclamar su valor, aunque con tantas cercanías consigue soliviantar a parte del público. Desde la boca del burladero un peón le dice a Leal que ya es hora de matar, pero él no quiere dejar pasar la ocasión de darnos otra ración de tres bernardinas y medio pase por alto antes de cobrar una estocada tendida soltando la muleta que tarda mucho, mucho, mucho tiempo en hacer efecto, como lo de Marín del día anterior, y le tocan dos avisos.
ANDREW MOORE
LO DE LEAL
LO DE GALDÓS
LO DE GONZÁLEZ
FIN