Desfile del Pendón de las Navas (Copia, original en las Huelgas)
Fotografía de J.A. Renedo
Los gigantillos danzando
Francisco Javier Gómez Izquierdo
Uno tiene presente que es una absoluta pérdida de tiempo recordar que no hace muchos años este jueves de hoy relucía más que el sol, ¡y miren si reluce sin piedad el sol!, pero como ya estamos en el grupo clasificado como "de mayores" me ha venido a la cabeza esta mañana, no el Corpus en el que nuestras madres nos ordenaban ir bien peinados y lavados (nos pasaban revista) y vestidos con la ropa más nueva, como si fuera el día de fiesta mayor en nuestro pueblo, sino del Curpillos, día grande en Burgos, más "popular" incluso que los mismos sampedros y a la que llamábamos y se sigue llamando "el día del Parral".
Ya saben ustedes que a los sesenta días del domingo de Resurrección, llega el jueves del Corpus, pero en Burgos la fiesta grande se celebraba y celebra mañana viernes siendo hoy, con los nuevos usos del almanaque, día laborable. Gamonal es el barrio más alejado del de las Huelgas, donde lleva siglos cercado con una tapia y varias puertas el parque del Parral, parque al que bajábamos en el Curpillos todas las cuadrillas de merienda. El resto del año teníamos Fuentes Blancas. Estábamos obligados por ordenanza no escrita a comer morro asado. Chorizo y morcilla también, pero el pincho del que no podíamos abstenernos era el morro de cerdo, la careta que llaman en otros pueblos. Bajar solos, sin los padres, al Parral era una especie de prueba por la que pasábamos a ser unos "hombrecitos" a los que se nos permitía beber vino en la bota de casa que nos dejaban como signo de confianza... "pero a ver si tenéis cuidado y no dáis que hablar". ¿Catorce, quince años? Por ahí andaríamos.
Antes, entre los nueve y los doce o trece, nos bajaban los marianistas en autobuses a las Huelgas y allí veíamos al ministro Alejandro Rodríguez de Valcárcel, que venía a ser no se si de Covarrubias o Retuerta, ante el que se desfilaba con el pendón de las Navas de Tolosa que es un trozo de la tienda del Miramamolín, y bailaban con mucho salero los gigantillos y con un soso compás los cabezudos. Nunca he sabido por qué se conmemora la batalla de las Navas de Tolosa, cuando ésta fue el 16 de julio, pero tengo leído que el rey Alfonso XI, enterrado en Córdoba por cierto, allá en 1331 celebró en Burgos el triunfo cristiano el viernes posterior al Corpus.
La fiesta era y es un día de camping institucionalizado donde las peñas lucen sus blusas y asan como para diez ejércitos. El día solía salir con sol pero en la tarde se nublaban los cielos y descargaban unas tormentas que espantaban los grupos y se vaciaba el recinto con orden y sin mayores sobresaltos. De varios años para acá me dicen que el día del Parral sigue siendo una multitudinaria reunión de Peñas gastronómicas en el que todas y cada una ofrecen, como siempre ha sido, el mismo menú: morro, chorizo, morcilla, vino y cerveza. Pedir otra cosa es entretener de modo innecesario al peñista. La diferencia con el siglo XX está en la multitud que acude (los municipales están asustados por lo que se pueda juntar allí mañana) y el desparrame y falta de control en el trasegar de los mocetes que aún andan en edad de ir sólo a la procesión a conocer un poco de historia. Estos mocetes suelen presentarse el día del Curpillos en el Parral cuando las cuadrillas y familias de toda la vida empiezan a recoger. Hacia las seis o las siete de la tarde parece que no puede entrar más gente en el recinto tapiado, pero los burgaleses dicen que en el Parral cabe todo Burgos.
¡Feliz día del Parral, paisanos!