Ignacio Ruiz Quintano
Abc
El toque aureliano es el toque Aurélien Tchouaméni (pronúnciese “Orelien Shuameni”), un toque de distinción para robar (balones) en el campo y para vestir en actos oficiales del Real Madrid, aunque incluyan el himno de la Décima.
La Constitución no escrita del Real dice que en el Madrid está feo defender, salvo que no haya más remedio… y se haga con elegancia, que es precisamente la elegancia aureliana que aporta Aurélien Tchouaméni, que tiene nombre de emperador soldado (“restaurador del mundo”, nada menos) que nos dejó en Roma unas murallas aurelianas que fueron el último sistema defensivo del imperio, como lo que se espera de Tchouaméni en el Bernabéu de la post-historia.
Aureliano no es un emperador que suene, y, sin embargo, puede decirse que, de no haber existido Aureliano, a Gibbon le hubieran sobrado cinco de sus seis tomos sobre la declinación y caída del imperio romano.
La primera alegría que nos llevamos con Tchouaméni fue verlo llegar tan bien vestido a su presentación en Madrid. Aquí estamos acostumbrados a los ropasueltas del mundillo, que van a los sitios disfrazados de alcaldes (ese falso sport que ha puesto de moda Almeida para no desentonar con su socio comunista, el sobrinazo de Doña Carmena, Don Luis Cueto Álvarez de Sotomayor, Sobrino Mayor de Cibeles y Campo de las Naciones, Gran Manitú de Pregoneros, Almotacenes, Alarifes y Porteros, que nada ha de envidiar del regidor Bernardo de Sosa, sobrinazo de doña Ana de Henao), y por eso causó sensación el traje de Tchouaméni, con un par de zapatos nuevos que relucían como dos curas acostados.
Tenemos la idea de unos futbolistas obligados a vestir traje, que ellos estropean con unas zapatillas blancas, como milikitos (Emilio Aragón en “El gran juego de la oca”, con smoking negro y tenis blancos) pasados de fecha. Al emperador Aureliano lo describe Gibbon entrando a Roma en un carro capturado a un rey godo y tirado por cuatro elefantes, y el medio centro Aureliano entra al Bernabéu magníficamente trajeado, mejor calzado y con la palabra “desafío” en la boca: quiere triunfar en el Real Madrid, y con el número “18”, que es, dice, de los que le ofrecieron, el más parecido a su favorito, el “8”.
–Todas las cosas son ocho –dice un proverbio griego, porque los griegos los tenían por número todopoderoso.
Puede que todas las cosas sean ocho, pero eso no hace que el 18 pueda pasar por 8. El periodismo deportivo en seguida ha echado sus cuentas, para concluir que con el 18 a la espalda todavía no ha triunfado nadie en el Real Madrid, donde lo llevaron Rubén de la Red, Saviola, Cassano, Albiol, Nacho Fernández, Lucas Vázquez, Paco Llorente, Mariano, Woodgate, Faubert… y Bale en su segunda etapa (tras su año con Mourinho en Londres), nombres que ayudan a explicar que Tchouaméni responda a todas las preguntas de los periodistas con la palabra “desafío”.
–Con 19 años, tenía carencias al jugar de espaldas: no sabía darse la vuelta y la devolvía y empezamos a trabajar de manera individual con él –ha dicho de Tchouaméni un ex entrenador suyo, Roberto Moreno, ex alter ego de Luis Enrique, que debe de saberlo todo sobre descuidar en el fútbol las espaldas.
Completa la formación defensiva de Tchouaméni su cinturón amarillo en judo. En el futuro centro del campo del Real Madrid actuarán un judoca, Tchouaméni; un karateca, Camavinga (primicia de Valdano, que se pasó media temporada comentándolo); y un aprendiz de ambos en la alegría, Valverde, que cuando celebra algo estira la pierna contra lo primero que tenga, como la espalda de Davide Ancelotti en la celebración del título de Liga. Darán que hablar.
En la pendiente triunfalista del Madrid, que siempre tiende a la democratización (es decir estropicio) del gusto, viene muy bien este aporte inesperado de elegancia por parte de un joven futbolista recién llegado. ¿Qué estímulo tiene ser elegante en un ambiente triunfalmente zafio?, se preguntaba Ruano ante Marbel, primer elegante de Madrid, allá en los 50, detractor de Dior y discípulo de Paul Poiret (“J’ai un petit espagnol avec moi qui me surpasse”).
–¿Un modista puede dar elegancia?
–No. No puede más que vigilar la cursilería.
O sea, que el toque aureliano es una distinción que viene de serie.
¡SEGUNDOS FUERA!
El grito que más gracia nos hacía en las veladas de boxeo del Campo del Gas era el de “¡segundos fuera!”, con Olano guiñapeando un “¡pero qué rabia tiene ese señor a los segundos!”. Para segundo en el Atlético Simeone se ha fijado en Gustavo López, una de las voces que argentaban la liga española en TV, donde se despacha un fútbol, no de comunicadores para el aficionado, como fue en su día la escuela de Matías Prats (Cañete, por favor), sino de profesionales para profesionales (¡los apuntes de trigonometría de Álvaro Benito!), con el oyente como convidado de piedra, que se sienta a ver un partido con la pereza de un opositor en el examen final para el Catastro: lateralidad, bloque bajo, palo largo, etcétera. Al cholismo, que es el justicialismo (“aforismos sociales con aire de epístolas pontificias”) aplicado a la cancha, le faltaba palique, y Gustavo López nos lo va a dar.
[Lunes, 20 de Junio]