Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Italia, que tiene de jefe a un Bela Lugosi que nadie ha votado, anuncia un “tijeretazo” de un tercio de diputados y de senadores, lo que da la idea del elevado concepto de la representación política que tienen en el país de Marsilio de Padua, el primero en conformar el principio representativo como la osa virgiliana a sus oseznos.
Idealizado por John Locke, el filósofo del proviso que tiene engorilados a nuestros liberalios con máster, el principio representativo fue la base teórica del extinto liberalismo político, hoy reemplazado por la “partitocracia”, prototipo, en Italia, de un sistema oligárquico en una sociedad oligárquica “de industrias en el norte, iglesias en el centro y mafias en el sur”.
Aquí, el miedo inducido a que la ruptura democrática diera al PC la hegemonía “a la portuguesa” llevó a copiar el modelo “a la italiana”, y lo llamaron consenso, “un concierto secreto entre débiles jefes de partido que se reconocieron mutuamente como tales” a fin de asegurarse la estancia en el Estado eliminando competidores mediante el sistema proporcional, que garantiza la estabilidad de este sindicato de profesionales del poder que tenemos delante.
–La manera de asegurar la reproducción indefinida del reparto inicial del poder fue copiada de la italiana: financiación estatal de los partidos con representación parlamentaria y uso de los medios de comunicación en proporción a la cuota electoral obtenida.
El tijeretazo italiano, que no tardará en llegar aquí, es, como ahorro, el chocolate del loro, y como política, un brindis al sol, el tendido de la demagogia. En el Estado de Partidos no existe el principio de representación (dicho por sus doctrinarios), sustituido por un principio de identidad que supone la integración de las masas (charismo y cuñadismo) en el Estado: eliminan un tercio de los diputados, pero podrían eliminarlos todos, y no afectaría en nada al poder, que seguiría tal cual en manos de los mismos jefes.
La representación en Europa sólo es atrezzo.
[Jueves, 26 de Mayo]