lunes, 25 de abril de 2022

Guerra de almohadas


 

Ignacio Ruiz Quintano

Abc


    El espectáculo futbolero en Europa está en la guerra de almohadas con que matan el rato los entrenadores top (Mourinho, el mejor, aparte): Ancelotti, Tuchel, Guardiola, Émery, Simeone, Nagelsmann, Klopp, Pochettino y, si nos apuran, Hag, que se pronuncia así, como echando vaho en un espejo. Mucha “prima donna”, a lo Montgomery, y poco Patton, el de “Dios me perdone, pero adoro la guerra”.


    –Si amas lo que haces, no te quedas calvo –resumió Mourinho a Guardiola.
    

El duelo Simeone-Guardiola ha puesto sobre el tapete la parte cómica de la profesión. Simeone, más que un estilo de fútbol, representa un movimiento de masas. Lo suyo sería un justicialismo pelotero definido por Evita a Pemán, de visita en la Casa Rosada: “Aforismos sociales con aire de epístolas pontificias”.

 

 
    –Mis queridos descamisados –decía Evita en las grandes ocasiones, como la de Simeone con el City–. Yo soy el pequeño gorrión de una bandada inmensa, a quien Perón, el cóndor que domina las alturas, enseñó a volar cerca del cielo.
    

Pemán preguntó por el peronismo a Perón, y Perón le hizo un dibujo: según él, los generales latinos vivían en el modelo alemán; para ejercer una capitanía militar doblada en dictadura política, Perón proponía la escuela de Alejandro Magno, que tuvo por maestro a Aristóteles, resultando así un general a lo griego, con la bastante filosofía para “poderle” a su pueblo… y a sus colegas.

 

 
    –¡Ladrón o no ladrón, queremos a Perón! –gritaban los descamisados en la segunda venida de Perón, y eso es “poderle” a su pueblo.


    El venezolano Carlos Rangel veía en el peronismo el coletazo agónico de la ilusión argentina de tener su propio destino manifiesto en el Hemisferio Occidental. Para sobreponerse a semejante fuerza, a Guardiola, un cómico de la legua, no le quedó más remedio que disfrazarse de Bilardo: Mozart sólo es otro Mortadelo de este negocio.
    

Fue Valdano quien llamó Mozart a Guardiola, pero lo hizo para poder llamar Salieri a Mourinho. La relación enfermiza de Salieri con Mozart fue una invención cinematográfica de Milos Forman en “Amadeus”, pero a Valdano le sirvió para adular al culé y señalar al madridista como personaje encabronado por la envidia. Salieri, por cierto, mantiene el récord liguero de puntos… y de goles, redondeado ante el Mejor Equipo de la Historia, que todavía no tenía a Pedri, pero que contaba con dos primeros violines, Messi e Iniesta, y una caja de ritmos, Xavi, que daban para un tiquitaca callejero con taburete y cabra. Sus “champions” nos dejaron nombres de árbitros, mientras que las del Madrid se cuentan por nombres de porteros hipnotizados por Benzemá con “kaa” de Karim, la “Kaa” del “Libro de la Selva”.

 

 
    El entrenador que uno se llevaría a casa por lo visto en esta Champions es Tuchel, pero una pizarra no da para neutralizar la magia de Vinicius. De la nueva escuela alemana, parece el más locoide, y eso lo hace más atractivo. Demasiado soberbio para ser tan joven, Nagelsmann, que venía de Pitagorín, ha sido humillado por Émery: fue a Villarreal “a sentenciar” y, en efecto, salió sentenciado. Xavi, que vivía de hacer claqué en la Superliga europea, está acabado: no se puede caer ante el Eintracht en casa, con Pedri en el césped, y un césped inmaculado. Le queda levantarle la Liga a Ancelotti, pero Xavi no es Benítez, y Ancelotti es… Ancelotti.
    

La gente me pregunta cómo he tratado con Berlusconi en el Milán, con Abrámovich en el Chelsea, con Florentino en el Real o con Nasser en el PSG. No puedo dirigir al presidente, sólo influir en él, y la única forma es ganar. Si él está contento, yo estoy contento, y si no lo está, me quedo sin empleo y no puedo proteger a los jugadores.
    

La relación protección-obediencia es la almendra del Estado hobbesiano, y sería interesante comentar con Ancelotti ese “Leviatán” de bolsillo que el entrenador italiano se ha ido agenciando a lo largo de los años y de los clubes.


    –Ancelotti te hace sentir bien, pero no se me ocurre ni un jugador al que haya mejorado en su carrera –ha dicho malamente el cotilla de Cassano, que ha tenido el buen tino de gafar a Xavi diciendo que el Madrid juega mal y gana de “culo” mientras que el Barcelona “es otra música” (al día siguiente llegó el funeral en el Nou Camp con música de Nueva Orleans tocada por el Eintracht).


    Y se nos ocurren tres jugadores que no son Pedri y que con Ancelotti han mejorado en su carrera: Pirlo, Drogba… y Vinicius.

 

 


UNA DE MIRADAS


    Dice Ancelotti que lo suyo ante los feísimos refunfuños de Kroos al ser sustituido ante el Chelsea se arregla mirándose a los ojos. Ancelotti, que presume de afición a la psicología, conocerá las teorías del psicoanalista Otto Fenichel sobre el ojo, que mira, imagina y devora. Para el freudismo, no mirar es “mutismo hostil”, pero mirar es “satisfacción sádica”, pues el ojo es el símbolo… del pene. “Menuda tontería”, pensará alguno. Sí, pero con esa tontería el periódico de las elites le montó un titular a Ortega Smith que en un pleno municipal no miró a una señora que lo increpaba: “El ‘Rambo’ de Vox que no miraba a los ojos a una mujer”. Y el feble ministro de la porra remató: “¡Cobarde!”