Walter Lippmann
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
El Estado (“Todo en el Estado, todo por el Estado, nada sin el Estado”) anuncia una Caja Negra (¡como la de los aviones!) para el coche. Es su derecho de pernada: poseer, grabadas, nuestras últimas voluntades.
La vida es un anuncio, pero antes los anuncios los hacían los pensadores de genio, no los covachuelos de Tráfico. Burke anunció que la Revolución francesa cuajaría en un militarón: Napoleón. Tocqueville anunció a dos gigantes saliendo el uno al encuentro del otro, América y Rusia, para dirigir un mundo igualitarista, y Muray decía releerlo con todas sus fuerzas porque se atrevió a escribir con la mayor frialdad del mundo esto:
–Lo que le reprocho a la igualdad no es que arrastre a los hombres tras de los placeres prohibidos, es que los absorbe por entero en la búsqueda de los permitidos.
Y quien anunció este fascismo “prêt-à-porter” de la Caja Negra que engorila a los estatalistas con utilitario fue Walter Lippmann, periodista (cuando el oficio requería de conocimientos) que puso en circulación el concepto de “Guerra Fría”, y que en “A Preface to Morals”, una recogida de platos rotos del liberalismo, describe, ¡en 1929!, los rasgos característicos del totalitarismo contemporáneo, infinitamente más opresor que el absolutismo de las monarquías en la modernidad.
No importa, dice Lippmann, el origen del derecho a gobernar: “Un Estado es absoluto en el sentido que tengo en mente cuando reclama el derecho a un monopolio de toda la fuerza dentro de la comunidad, para la guerra, para la paz, para reclutar, para cobrar impuestos, para establecer la propiedad y para privar de ella, para definir el crimen, para castigar la desobediencia, para controlar la educación, para supervisar la familia, para regular los hábitos personales y para censurar las opiniones”:
–El Estado moderno reclama para sí todos esos poderes y, por lo que respecta a la teoría, no hay ninguna diferencia real en el alcance de esa reclamación entre comunistas, fascistas y demócratas.
[Martes, 29 de Marzo]