Abc
Una anécdota de Thomas Bernhard, que también fue periodista de tribunales, resume el espíritu europeo en un golpe de vista: vuelve, tras la guerra, al internado en Salzburgo y ve que en la pared, en lugar del retrato de Hitler, “había simplemente una cruz, colgada del mismo clavo”.
La cruz: la señal más grande del universo, según Guardini. Y Pablo: “No vaciéis la cruz: no hagáis del más de Dios el menos del mundo”. Y León Bloy:
–Alguien me señaló que la culminación de los sufrimientos del Redentor después de la Agonía del Huerto no fueron los Escupitajos, las Burlas, la Flagelación, ni la Coronación de Espinas o la Carga de la Cruz, ni siquiera la Crucifixión, sino simplemente la comparecencia ante un juez.
Jesús, resume Ratzinger, sufre un proceso judío que concluye con un veredicto de culpabilidad, pero la autoridad judía no ejecuta la pena, y traslada la causa al tribunal romano. Nuevo proceso y nueva acusación: “Ya no se acusa a Jesús de vulnerar el credo judío, algo que para Pilato carece de interés, sino de ser un usurpador político que socava la autoridad de Roma”.
–El proceso religioso se convierte en proceso político.
La acusación no es sólida, y Pilato, un cínico, trata de desentenderse. “La figura de Pilato resulta muy moderna”. Tiberio, que odia el ruido, le pide explicaciones. “Conmigo no gritan ni siquiera cuando los ahogo. ¿Por qué gritan contigo, procónsul?”, leemos en Dombrovski. “¿No fue Pilato quien impuso castigos por cada palabra de oposición?”
–Fue él, sí. “La crítica contra las acciones del emperador se equipara al ultraje de la grandeza del pueblo romano”. Por esto cortaban la cabeza. Pilato acabó mal. Suicidado en tiempo de Calígula. O ejecutado en tiempo de Nerón. O ahogado en el lago de Lucerna, durante su exilio en Suiza.
Santayana nunca se arrepintió de haber nacido cristiano: “Mi instinto es ir y quedarme bajo la cruz, con los monjes y los cruzados, lejos de los judíos y de los protestantes que adoran el mundo y que lo gobiernan”.
[Jueves, 14 de Abril]
