Guardiola aplaude a Terry Venables
cuando el Barça jugaba " a la inglesa"
Miguel Ángel en 1974
Francisco Javier Gómez Izquierdo
Hubo un tiempo, no sé si ahora también, que estaba de moda decir que un partido de fútbol perfecto tendría que acabar 0-0. En España lo decían los entrenadores "amarrategui": Clemente, Maguregui... y ponían como ejemplo la última final de Copa de Franco que convertiría a Miguel Ángel en portero milagrero. Me sorprendió, y por eso me acuerdo que luego lo dijera "el exquisito" Josep Guardiola que a la vez se lo había escuchado a su ídolo, que no era otro que Michel Platini, el 10 juventino que le negara el autógrafo cuando "el Pep" era recogepelotas y los chándals tenían bolsillos para meter papel y boli. "Es que había perdido en el Nou Camp" lo perdonaba con esa generosidad recaudatoria que tan bien sabe gastar el sin duda excelente entrenador. El 0-0 lo arreglaba Guardiola elogiando las imperfecciones esculpidas a golpe de tópicos: "el portero cantó", "el defensa erró en el marcaje", "el centro del campo hizo aguas"... Abrazaba fervientemente los fallos en el fútbol, pero siempre me he maliciado que en realidad lo que Guardiola quiere es que las taras las arrastren los demás.
Guardiola siempre ha entrenado a equipos poderosos y compone plantillas a base de millones para que jueguen como a él le gusta. Sus esquemas son estudiados por los entrenadores contrarios, unos con mas aplicación que otros, pero siempre cuenta con la ventaja de la calidad, casi siempre decisiva. El City es un equipazo que juega bien al fútbol porque tiene muy buenos peloteros pero le falta algo que tienen aunque estén en horas bajas e incluso pierdan eliminatorias cuatro o cinco clubes y que a Guardiola le gustaría adquirir en propiedad. Ese algo es una especie de Majestad, la "auctoritas" de los que mandan sin dictar órdenes y que no se puede robar o arrebatar a los que la poseen: Liverpool, Bayern, Real Madrid sobre todos e incluso la Juventus o el Milán, hoy aparcados en esa falta de liquidez que ataca a veces a la nobleza. Al PSG le pasa lo mismo. Tienen dinero pero hay poderes que no se pueden comprar porque no están a la venta. Son poderes que se han ido posando poco a poco, sin prisas, en escudos que todos reconocen. Semejantes poderes los suele hacer visibles el Real Madrid una temporada sí y otra también.
Ayer el partido madrugó con hechuras calamitosas para el madridismo. Hechuras que si hubieran sido favorables al equipo de Ancelotti se hubiera resuelto la eliminatoria en un pispás. ¡Pero no! Al City le faltó contundencia o le sobró suficiencia, ¡vaya usted a saber!, y Benzemá cuando más fiera era la tormenta demostró a su entrenador Ancelotti que el City tenía el día tan tonto en defensa como Alaba y Militao y que la capa de favorito no todos saben llevarla.
Tenía razón Guardiola cuando siendo jugador confesó que el fútbol es atractivo por sus imperfecciones.